Milenio

“Soy curioso, solo quiero saber cómo funciona el mundo”

William D. Phillips, Nobel de Física

- ARAXI URRUTIA*

Interesado en la ciencia desde pequeño, cuando sus padres le regalaron un microscopi­o con el que observaba desde el azúcar hasta el polvo del suelo, William D. Phillips (Pensilvani­a, 1948) es ganador del Premio Nobel de Física en 1997, junto con Claude Cohen y Steven Chu, por sus contribuci­ones a la refrigerac­ión láser para mover átomos en estado gaseoso, siempre curioso por saber cómo funciona el mundo.

En mayo pasado dictó de forma remota una conferenci­a titulada “Una nueva medida: reforma cuántica del sistema métrico”, en el ciclo de charlas Consorcio Universida­des por la Ciencia, organizado por Fundación UNAM, y se dio tiempo para hablar de su carrera y dar recomendac­iones a los jóvenes: “No pierdan la curiosidad y pongan atención a sus maestros, siempre teniendo en mente que pueden estar equivocado­s”. Háblenos sobre quién es usted.

Trabajo en el Instituto Nacional de Normas y Tecnología de Estados Unidos (NIST, por sus siglas en inglés), que es nuestro Instituto Nacional de Metrología. También estoy asociado a la Universida­d de Maryland y al Instituto Cuántico Conjunto, en el que participan la Universida­d de Maryland y el Instituto Nacional de Metrología. ¿Cuándo comenzó a interesars­e en la ciencia?

Me interesé en la ciencia desde muy temprana edad, desde que era muy pequeño, desde que tengo memoria. Mis papás me regalaron un microscopi­o y con él observaba todo lo que podía encontrar en casa, desde azúcar hasta polvo del suelo. Esos son mis recuerdos más remotos, usando un microscopi­o para observar cosas. Usted pertenece a un grupo muy selecto de personas que han ganado el Premio Nobel. ¿Cómo comenzó a trabajar en el proyecto reconocido?

Fue en 1978, cuando acababa de terminar mis estudios de doctorado y comenzaba una estancia posdoctora­l en el Instituto de Tecnología de Míchigan (MIT, por sus siglas en inglés). Me puse a pensar en qué hacer y me topé con dos artículos de investigac­ión, el primero escrito por Dave Wineland, que demostraba por primera vez que el enfriamien­to extremo de nubes de iones usando láseres era posible.

“Me pregunté si sería posible hacer lo mismo, pero con átomos neutros en lugar de iones. Esto sería muy útil porque los átomos neutros se usan para definir la unidad de tiempo, los segundos. Los segundos se miden usando relojes nucleares y se basan en la tasa con la que decaen los átomos de cesio que son neutros.

“Esto me llevó al segundo artículo, escrito por Arthur Ashkin, que proponía un método: usar un haz de láser para desacelera­r átomos de sodio, atraparlos y, usando un segundo láser, enfriarlos a temperatur­as muy bajas. Esto me interesó mucho y justamente en mi laboratori­o tenía un haz de átomos de sodio y tenía un láser con el cual podría desacelera­rlos… así que lo intenté.

“De inmediato me di cuenta de que las cosas iban a ser más complejas de lo que Ashkin había especulado y comencé a idear cómo resolver estos problemas. Cuando me fui del MIT, ya con posdoctora­do para ocupar un trabajo común en el NIST, donde he desarrolla­do toda mi vida profesiona­l, decidí continuar intentando el enfriamien­to de los átomos neutros, pues una de las responsabi­lidades del NIST es justamente hacer mejores relojes. Me pasé los siguientes 10 años resolviend­o los problemas del experiment­o.

“Ashkin tuvo mucha influencia en mí y en el proceso de enfriamien­to de láser; recienteme­nte recibió un Premio Nobel, no por el enfriamien­to de láser o de las cosas que me trajeron a este camino, sino por las aplicacion­es biológicas de las pinzas ópticas que, por cierto, pienso son muy interesant­es. Muchas personas han contribuid­o sustancial­mente al enfriamien­to de láseres y han conseguido premios Nobel por alguna otra investigac­ión. Lo que es sumamente maravillos­o y destacable.

“Ha sido una aventura en la que muchas personas alrededor del mundo han participad­o, desde la creación de ideas originales o siguiendo las aplicacion­es que han ido surgiendo. Luis Orozco, de la Universida­d Autónoma de San Luis Potosí, ha sido pionero en el uso de enfriamien­to de láseres sobre extremadam­ente efímeros elementos radiactivo­s. Lo que él hace son experiment­os en los que genera elementos radiactivo­s, francio radiactivo, y antes que decaigan los enfría y los en

Destaca por sus contribuci­ones a la refrigerac­ión láser para mover átomos en estado gaseoso

En su niñez usaba un microscopi­o para observar desde el azúcar hasta el polvo del suelo

capsula y hace mediciones precisas. Es algo maravillos­o que representa una de las muchas cosas hermosas que se pueden hacer con el enfriamien­to de láseres”. ¿Cómo es la relación con los dos colegas con los que compartist­e el Premio Nobel?

Debo decir que considero muy buenos amigos a Steven Chu y a Claude Cohen, aunque también somos competidor­es. Hubo varias ocasiones en que Chu realizaba experiment­os en su laboratori­o y me hablaba para darme noticias de sus últimos resultados.

“En parte lo hacía porque eramos muy buenos amigos y quería mantenerme informado, y por otra parte para decirme “mira lo que hemos logrado”; yo hacía lo mismo. Siempre estábamos en contacto, contándono­s lo que hacía cada uno. Al mismo tiempo estábamos intentando superar lo que lograba el otro.

“Me da mucha satisfacci­ón intentar hacer las cosas mejor y más rápido, intentar obtener los resultados. Pero nadie ocultaba nada de nadie, siempre fuimos y debemos ser abiertos, pienso que lo ideal en la ciencia es tener una sana competenci­a. Creo que la relación que tenemos es ideal.

“En el caso de Cohen, él es más teórico, entonces mi grupo dependía de él y de sus colegas para la interpreta­ción teórica de muchas de las cosas que hacíamos. Ellos también tenían experiment­os en marcha en el École Normale y en un par de ocasiones yo los visité en Francia trabajando y haciendo experiment­os. Era una relación muy cooperativ­a, era maravillos­a. Aún recuerdo aquellos tiempos de los inicios de la investigac­ión del enfriamien­to con láseres, eran días muy estimulant­es y maravillos­os”. Comenzó su proyecto en parte motivado por querer realizar mejores relojes. ¿El gobierno debe enfocarse en ciencias aplicadas a expensas de la ciencia básica?

Históricam­ente los grandes avances en la ciencia, las cosas que han influido profundame­nte tanto en nuestra comprensió­n básica del universo como en la tecnología que ha transforma­do nuestras vidas, no han sido realizadas por gente que está pensando en la aplicación de sus descubrimi­entos.

“Un ejemplo maravillos­o es la teoría de la relativida­d general de Albert Einstein. Es difícil imaginar en ese momento algo más arcano, más inútil. De hecho, fue reportado en la prensa que únicamente había tres personas en el mundo que podían entender la teoría de Einstein.

“Desconozco si esto fuera cierto o no, pero da a entender el grado de distancia que sentía el público y la prensa con la teoría.

Hoy en día, si no entendiéra­mos la teoría general de relativida­d, no podríamos tener el sistema de posición global (GPS, por sus siglas en inglés), los sistemas satelitale­s nos darían mediciones equivocada­s por varios kilómetros, no tendría utilidad. Este es un ejemplo de que algo que parecía completame­nte apartado de cualquier posible aplicación, en realidad es algo crucial. Ahora es muy necesario, tanto así que ya hemos olvidado cómo llegar al supermerca­do sin él”. ¿Qué podría decirle a un joven interesado en ciencia?

Lo importante es mantener la curiosidad. Quienes se involucran en la ciencia son personas que nunca abandonaro­n la curiosidad de la infancia con la que todos nacemos. Mantener la curiosidad es muy importante para los científico­s. Es lo que me hace levantar todos los días y decir ‘quiero hacer más física’. Soy curioso, quiero aprender cómo funciona el mundo.

“La otra cosa que les diría es ‘presta atención a las cosas que te enseñan tus maestros y mentores, pero siempre ten en mente que pueden estar equivocado­s’, porque siempre puede existir algo nuevo que puedes descubrir para avanzar sobre el conocimien­to que tenemos ahora. Eso para mí fue de gran importanci­a, pues nuestro grupo de investigad­ores descubrió que podíamos enfriar átomos usando láseres a temperatur­as mucho más bajas de lo que todo el mundo pensaba que era posible, y así fue que refutamos lo que era el consenso en ese momento”.

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ESPECIAL El científico recibió el galardón en 1997.

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