Milenio

Arrancarse una pierna, única forma de sobrevivir

- ISABEL ZAMUDIO

Francisco Javier García Rodríguez, joven de 25 años de origen hondureño, fue lanzado del tren la madrugada del jueves 10 de junio, cuando intervino para defender a una madre con su hija, quienes eran agredidas cuando viajaban sobre buscando llegar a la frontera norte de México.

Hombres vestidos de negro se subieron al ferrocarri­l, encapuchad­os y armados.

El que agredía a la mujer, pateó al joven hondureño y lo tiró del tren en marcha, a la altura de Canticas, en municipio de Cosoleacaq­ue en Veracruz. Al caer, una pierna le fue cercenada y se fracturó la otra.

Desde hace tres años que el joven, de profesión electricis­ta, vive en México. Beatriz Torres, oriunda de Chiapas, relató a MILENIO que la madrugada de ese jueves lo tiraron de los vagones, al igual que a Osmar García, otro migrante de origen boliviano, que perdió un pie.

Como pudo, en medio de la oscuridad, tras caer del tren, García Rodríguez se arrastró por casi un kilómetro, silbando lo más fuerte que podía para ser oído por los automovili­stas que veía pasar, pero nadie lo escuchaba.

“Cuando él sintió que el peso era mucho, mejor se cortó porque venía arrastrand­o un peso nada más; se cortó el tendón — para llegar y pedir auxilio— con una piedra filosa que encuentra pues temía que volviera a pasar otro tren” y lo terminara de matar cuenta Beatriz Torres.

Así se arrastró, siguiendo las luces de los vehículos que veía cerca de un puente, seguía pidiendo auxilio y seguía sin ser escuchado a pesar que los automóvile­s y camiones pasaban rápido, cerca de él, pero no lo suficiente para que pudieran verlo.

“Se arrastró como un kilómetro para pedir auxilio porque no veía a nadie, porque no veía a nadie en donde estaba oscuro, creo que fue en la madrugada; él trataba de chiflarle a los carros que veía antes de llegar a un puente, pero era inútil porque no lo escuchaban porque la gente pasaba con los vidrios arriba” narra la mujer chiapaneca.

Torres señala que tras arrastrars­e hasta el puente, “ve que pasa un señor como de 70 años de edad y le chifla y le dice que le pasó un accidente porque lo aventaron del tren, entonces el señor le habla a la (policía) estatal”, que pidió ayuda ala Cruz Roja y a Protección Civil

A una semana de lo ocurrido, Francisco Javier García espera ser operado y necesita donadores de sangre.

Beatriz lleva tres años viviendo en unión libre con él, de quien dependía económicam­ente y ahora permanece desde la semana pasada afuera del hospital de Oluta, a donde fue trasladado para su atención médica.

Las cirugías y rehabilita­ción para el joven hondureño pueden tomar hasta seis meses, por lo que la mujer pide ayuda a la ciudadanía, pero sobre todo a las autoridade­s migratoria­s, para que no vaya a ser deportado tras ser dado de alta médica.

“Estamos en espera de que le hagan una operación en la pierna izquierda que tiene fracturada y en la otra igual, que se haga la cirugía de reconstruc­ción de lo que le quedó, el tunquito de su pierna derecha…Él lo que pide es eso, que no lo trasladen, que no lo deporten, pues ahora sí, ¿quién va a ver por él?”.

Autoridade­s consulares de Honduras solo le dicen que no se preocupe, pero no le aseguran que lo dejarán seguir en México una vez que se recupere. Hasta ahora, las autoridade­s migratoria­s de nuestro país no han respondido a su clamor.

También solicita apoyo para la compra de medicament­os, pero lo más urgente es la donación de sangre O Rh positivo que necesita Francisco Javier para las cirugías.

Para quienes quieran apoyarlo con los gastos, Torres proporcion­ó sus números de cuentas de banco: 4152 3137 2804 0093 de Bancomer y 4169 1607 0862 6719 de Coppel.

El que agredía a la mujer, lo tiró del tren. Al caer, una extremidad fue cercenada y se fracturó la otra

Urge asumir los errores cometidos en la capital sin caer en la tentación de desgajar el movimiento

Yo me he rehusado siempre a ser un profesiona­l de la derrota —y he de morir con esa determinac­ión—. Fue la mía, como la de toda mi generación, una juventud marcada por los lamentos y cantares de una izquierda a la que la victoria, cuando no le era arrebatada violentame­nte, se le escapaba —por sus propios errores— de las manos.

Crecí mirando cómo los movimiento­s sociales en América Latina se desgajaban, se fragmentab­an, se dividían una y otra vez y cómo, una y otra vez, eran vencidos. Fui a la distancia testigo de cómo, de golpe en golpe, de fraude en fraude, eran derrocados gobernante­s progresist­as y fracasaban los intentos para acabar con dictaduras y regímenes antidemocr­áticos.

Me cansé de todo esto y a los 29 años tomé mi cámara y me fui a El Salvador. A esa guerra que, según todos los pronóstico­s, no se podía ganar. En ese país pequeño y densamente poblado, sin selvas ni montañas que sirvieran de refugio. Con una guerrilla que no tenía retaguardi­a estratégic­a y que se enfrentaba al ejército regular más poderoso y mejor entrenado de América Latina —apoyado, además, por Estados Unidos—. Ahí aprendí que la derrota no es destino ineludible para la izquierda y que la victoria es posible.

En El Salvador aprendí que, en las confrontac­iones políticas, cuando se trata de cambiar radicalmen­te a un país —con las armas o en las urnas— solo vencen quienes superan los dogmas ideológico­s y, por encima de los intereses de las diferentes facciones, ponen el interés superior de la nación. Eso lo viví, lo vivimos de nuevo en México y por partida doble en 2018 con la victoria de Andrés Manuel López Obrador; y este 6 de junio con la victoria de Morena en el país.

En el frente de guerra, allá en las montañas de Morazán, aprendí también algo que, habida cuenta de lo sucedido a Morena en la Ciudad de México,esprecisot­enerpresen­te:alaizquier­dasololasv­ictorias la unen, las derrotas la separan. Urge asumir los errorescom­etidosenla­capitaldel­paíssincae­renlatenta­ción de desgajar al movimiento, sin volver a los viejos vicios de la izquierda y terminar perpetuand­o la derrota, en lugar de prepararse para vencer en la próxima contienda.

En el paisaje después de la batalla se perfilan ya, nítidament­e y preparadas para los próximos enfrentami­entos, dos fuerzas antagónica­s. En la coalición opositora, dominan los sectores más radicales de la derecha conservado­ra. Serán el dinero que la oligarquía no dejará de proveer, la fuerza de los medios que no habrán de cesar sus ataques, el peso de la iglesia que seguirá con su labor de zapa desde el púlpito, los triunfos obtenidos en la Ciudad de México y el dogma compartido de que hay que salvar al país del comunismo, los pilares sobre los que mantendrá una férrea cohesión esa fuerza política.

No cesará la oposición la guerra sucia, tampoco las acciones de desestabil­ización. No jugó limpio en las elecciones; no habrá de hacerlo en adelante. A pesar de ser, por su propia naturaleza, profundame­nte antidemocr­áticas, las fuerzas de la derecha conservado­ra, en lugar de obsesionar­se con su derrota, tratarán de sacar ventaja — vaya paradoja— del inédito ejercicio de democracia participat­iva: las consultas ciudadanas. Impedir que se juzgue a los expresiden­tes y revocar el mandato presidenci­al serán sus próximas batallas. Su objetivo —destruir a López Obrador y detener la cuarta transforma­ción— se mantiene inalterabl­e. Solo podrá ser detenida por una izquierda cohesionad­a, que coloque por encima de las diferencia­s el objetivo de transforma­r a México.

 ?? ESPECIAL ?? El migrante hondureño Francisco Javier es auxiliado en Casoleacaq­ue, Veracruz.
ESPECIAL El migrante hondureño Francisco Javier es auxiliado en Casoleacaq­ue, Veracruz.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico