La construcción del padre perdido
Soñé un thriller y todavía no descubro el móvil del crimen
En un sueño, mi padre envenenado por la rabia destruía la casa, arrojaba objetos a la pared, gritaba. Quienes lo conocieron saben que la ira se le daba bien. Mi madre me pedía que lo contuviera, pero un hijo nunca serena a un padre perdido en la tristeza de la cólera, esa forma de gritarle al mundo que es una mierda mientras sacrifica a las gentes que ama.
Recuerdo que salíamos a la calle en medio de aquel pleito de fantasmas, llovía y mi padre me decía: “te voy a matar”. Psicoanalistas, ahórrense las obvias interpretaciones. Desperté perturbado, salté de la cama, me eché encima unos jeans, una camiseta, me puse uno tenis y salí a caminar. Pero no hay solvente para los sueños terribles.
Sí, ya sé: el parricidio, las actas pendientes de la memoria que él se llevó al crematorio y yo quise ignorar, el amor dilapidado; no lo olviden: todo amor se dilapida. Me dio curiosidad que en el sueño mi padre fuera un hombre maduro, en el piso de su vejez, como yo. Había un misterio especular atractivo. ¿Quién era quién?
Tal vez en ese sueño yo era el padre de mi padre, como ocurrió en sus últimos años de vida, pero nunca quise matarlo, como dicen los analistas, al contrario, su alta vejez despertaba en mí una ternura que llegaba al agradecimiento incondicional. Un absurdo, ya lo sé, pero qué le hacemos. No quiero decir que lo que uno siente sea verdad, pero se siente. ¿Sentir es la frontera de la verdad? No.
Les recuerdo que Borges decía que hay una tesis peligrosamente atractiva, desprendida de Addison, de que los sueños constituyen el más antiguo y el no menos complejo de los géneros literarios. ¿Soñamos cuentos, novelas, poesías?
Yo soñé un thriller y aún no descubro el móvil del crimen. Aunque en realidad traía el pájaro en la mano: en una librería encontré Conferencias en México de André Green. En esas páginas hay un texto con este título: “La construcción del padre perdido”.
Salgo de la librería, me pierdo en la ciudad y por la noche los fantasmas vienen y nos revelan cosas. Misterios. Nada es tan claro como parece. ¿De acuerdo?