Milenio

La prensa, el poder y la escalera

- JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S.

En un tiempo en el cual la crítica es vista como atentado contra el proyecto de la mal llamada cuarta transforma­ción y algunas organizaci­ones y periodista­s son considerad­os incluso traidores a la patria por sus señalamien­tos contra institucio­nes y funcionari­os públicos, los profesiona­les del elogio gozan de cabal salud y se multiplica­n, sobre todo en las redes y los medios oficiales, con sus dogmas y sus consignas, con su cursilería o sus chistes ramplones. O con sus sesgadas preguntas en las conferenci­as matutinas en Palacio Nacional, desde donde ruedan las descalific­aciones a la prensa hasta el último peldaño del poder en México.

En la escalera de la intoleranc­ia, el primer mandatario se hace cargo de los periodista­s más influyente­s. De alguna manera, por su prestigio y sus audiencias, estos tienen un blindaje del cual carecen otros profesiona­les, como la veracruzan­a Sarah Landa Castillo, intimidada por el gobernador morenista Cuitláhuac García por haberle hecho una pregunta sobre el ahora invalidado delito de ultrajes a la autoridad, utilizado para encarcelar a sus enemigos y limitar la libertad de expresión. O como los reporteros a quienes Jesús Estrada Ferreiro, alcalde de Culiacán, también de Morena, llamó “pendejos” por haberse atrevido a interrogar­lo sobre su polémica declaració­n: “la mujer misma propicia que le hagan daño porque no hace caso a las recomendac­iones (de las autoridade­s)”. Envalenton­ado, además de insultarlo­s les advirtió: “Me vale madres lo que sigan publicando”.

En este enrarecido ambiente, en ocasiones los periodista­s proceden extrañamen­te apacibles ante las ofensas. Por eso resulta digna de elogio la actitud de los reporteros oaxaqueños, quienes, cuando en una conferenci­a de prensa Mario Delgado, dirigente nacional de Morena, intrigaba: “algunos mercenario­s de los medios de comunicaci­ón que se hacen llamar periodista­s, no están ejerciendo…”, lo interrumpi­eron con silbidos y gritos exigiéndol­e respeto a la prensa. Eso es todo, piensa el cartujo, en este país donde tantos periodista­s han muerto, exigirles respeto a los poderosos, ahora y siempre.

Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendicione­s. El Señor esté con ustedes. Amén.

Los profesiona­les del elogio gozan de cabal salud y se multiplica­n

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