Ningún mortal ha levantado mi velo
“Lo que aparece hace ver lo que está oculto”. Recordé este adagio, muy repetido en la antigüedad, mientras contemplaba las imágenes del telescopio espacial James Webb. Unas imágenes maravillosas y aterradoras que, en realidad, no hacen más que profundizar en ese insondable misterio que es el universo. Ante estas imágenes se antoja escribirle al adagio un añadido: lo que aparece hace ver lo que está oculto, sí, pero sigue oculto.
Dejemos al margen el hecho de que estas imágenes son la fotografía de lo que había ahí arriba hace miles o millones de años, y de que probablemente hoy sea otro el panorama, para centrarnos en la evidencia de que hay secretos que el hombre, con todo y su poderío tecnológico, no puede arrancarle a la naturaleza.
“La naturaleza ama esconderse”, decía Heráclito y su máxima hoy sigue intacta.
La biblia nos invita a explotar y a dominar a la naturaleza y Prometeo robó el fuego a los dioses para que nosotros pudiéramos manipularla, transformarla y desvelar sus secretos con la intención de ponerla a nuestro servicio. Esta pulsión prometeica, la de doblegar a la naturaleza, es la que ha hecho de nuestra especie lo que es, con sus aciertos y sus gravosos errores.
En todo caso las imágenes que hemos visto no nos presentan la visión exacta de lo que hay allá arriba, más bien, como digo, hacen más oscuro el misterio y, aunque desde luego me gustaría tener la visión exacta, me parece reconfortante que la naturaleza no se deje arrancar sus secretos, que nos ponga en nuestro lugar y nos haga ver, como lo ha hecho desde el principio de los tiempos, nuestra pequeñez.
“Ningún mortal ha levantado mi velo”, dijo la diosa Isis, que representa a la naturaleza. Hay un famoso grabado, de William Hogarth, que presenta a unos niños levantándole el velo (Boys peeping at nature, 1731). Nosotros somos esos niños, pero frente a las imágenes del telescopio espacial no queda más que darle la razón a Isis: lo que ha hecho el telescopio es levantarle el velo, como esos niños, pero debajo hay otro velo, y otro, y otro…
Las imágenes que hemos visto no nos presentan la visión exacta de lo que hay allá arriba