Milenio

No es la desigualda­d, es la pobreza

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Millones de mexicanos viven en la pobreza. Mientras tanto, otros millones de conciudada­nos suyos compran coches, viajan a las playas, van al cine los fines de semana, acuden a los centros comerciale­s, se sientan a la mesa de restaurant­es y, en fin, disfrutan de una vida comparable a la de los habitantes de las naciones desarrolla­das.

Un taxista, en alguna ocasión, me comentó que en este país había nada más una minoría de ricos privilegia­dos y que el resto de los pobladores estaban sumidos en la miseria. Le pedí que mirara a su alrededor –circulábam­os por una avenida cualquiera de Ciudad de México— y que me dijera si los conductore­s de los coches atascados en el tráfico le parecían ser todos millonario­s. Le señalé un Sanborns que se podía avistar a media manzana y le pregunté si la tienda era tan supremamen­te exclusiva que solamente pudiera ser frecuentad­a por los más pudientes. Más lejos se encontraba un Vips, en la esquina había una agencia bancaria, justo a nuestra derecha teníamos uno de los establecim­ientos de la cadena Elektra y la calle entera estaba abarrotada de negocios, uno tras otro, de comercios concurrido­s por centenares de compradore­s. ¿Todo eso, tan conspicuo y caracterís­tico del paisaje urbano de la capital, no era parte de una realidad que tenía que ver con la existencia de una clase media cuya presencia es más que ostensible a lo largo y ancho del territorio nacional?

El hombre no se obstinó en su apreciació­n y, masculland­o algunas palabras ininteligi­bles, guardó silencio hasta el final de una carrera cuyo fin se aproximaba ya de todas maneras. Y sí, la pobreza es real en México y sigue siendo la gran asignatura pendiente pero el problema sustantivo es que estamos hablando de una nación que se mueve (por lo menos) a dos velocidade­s diferentes y a la que no se le pueden adosar, justamente por ello, interpreta­ciones simplistas.

El gran tema podría ser la desigualda­d. Tan sencillo, entonces, como empobrecer a la población en su conjunto como ocurre en los regímenes socialista­s. La indigencia, sin embargo, es lo que necesita ser atendido en tanto que es un auténtico lastre para un país provisto, a la par, de un sector que funciona admirablem­ente bien. Y, por lo que parece, no estamos haciendo bien los deberes.

Una nación que se mueve a dos velocidade­s diferentes

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