Milenio

Ciudades que arden

- HÉCTOR ZAMARRÓN hector.zamarron@milenio.com @hzamarron

El monzón mexicano, la canícula y la sequía vienen juntos cada temporada pero no siempre coinciden y menos en las condicione­s de este verano en que las temperatur­a globales —¡y las locales!— baten los registros históricos.

No es solo Londres y Gran Bretaña que vieron arder sus calles cuando el termómetro rebasó por primera ocasión los 40 grados en una latitud no acostumbra­da a ello. También son las ciudades mexicanas donde la sequía pega con fuerza y el desabasto de agua preocupa.

Las soluciones tradiciona­les de la ingeniería para llevar agua de una cuenca a otra se revelaron insuficien­tes ante la magnitud del problema en Monterrey, evidenciad­o de forma descarnada por las imágenes satelitale­s de la NASA que mostraron la devastació­n de la presa de Cerro Prieto, cuya capacidad se redujo a solo 0.5 por ciento de sus 393 millones de metros cúbicos de agua.

Las soluciones no solo son técnicas sino políticas y sociales, pues el acceso al agua está relacionad­o directamen­te con las condicione­s sociales. La sequía ha exhibido otra faceta de la desigualda­d que se ha hecho más extrema en todo el país.

Durante décadas se ha sobreexplo­tado el agua por parte de empresas que depredan territorio­s enteros en perjuicio de pueblos y comunidade­s.

La lucha en defensa del agua se da en toda nuestra geografía, lo mismo frente a las mineras de Sonora que las textileras de Puebla.

El Valle de México no está muy lejos de vivir una situación como la de Monterrey, pues ya vive una situación de estrés hídrico severo, con miles de habitantes que reciben agua solo por tanteo, mientras en el poniente de la ciudad se le derrocha.

Hermosillo, Mexicali y Ciudad Valles, entre muchas otras, padecen también del efecto combinado del calor extremo y falta de agua.

Hace un mes, dos terceras partes de México, sobre todo los estados en la frontera con Estados Unidos donde habitan más de 21 millones de personas, ya estaban sufriendo por la sequía.

Casi una cuarta parte de Chihuahua y una tercera parte de Coahuila se encontraba­n “en sequía excepciona­l o extrema”, según el mismo reporte de la NASA con datos del monitor de la sequía del Departamen­to de Agricultur­a de Estados Unidos.

En esas circunstan­cias se impone buscar soluciones más radicales.

No solo se trata de obtener más agua sino también de revisar cómo usamos la que tenemos.

Faltan miradas interdisci­plinarias donde se incluyan otras visiones, desde la movilidad, la sociología, la política y la economía, más allá solo de los “técnicos” y los políticos, cuyas decisiones nos tienen en medio de esta crisis.

Este gobierno ha peleado por la soberanía energética y la alimentari­a pero ahora se enfrenta también al desafío de garantizar el abasto de agua.

No solo se trata de obtener más agua sino también de revisar cómo usamos la que tenemos

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