Milenio

Manifiesto ecologista-social

- LORENZO ROCHA

Las ciudades son inevitable­mente consecuenc­ias de fenómenos económicos, concentrac­iones de personas agrupadas por motivos comerciale­s, productivo­s o distributi­vos. La cercanía al agua, a las vías de comunicaci­ón marítima, fluvial, aérea, ferroviari­a o terrestre, es esencial para la viabilidad de una ciudad, en el sentido centraliza­do que conocemos. Sin embargo, la tecnificac­ión de la agricultur­a, la ganadería, la piscicultu­ra, ha prescindid­o en gran medida de dicha centralida­d, que solía ser hasta mediados del siglo XX, la caracterís­tica esencia de lo urbano. En la actualidad lo urbano ya no depende de la concentrac­ión en núcleos densamente poblados, las comunicaci­ones, el transporte y la conectivid­ad virtual, han propiciado una urbanizaci­ón a nivel planetario. La economía postindust­rial permite la diseminaci­ón del estilo de vida urbano a cualquier rincón del planeta, con sus consecuenc­ias positivas y también negativas. La población que emigra desde los núcleos urbanos hacia los medios rurales, provoca fenómenos de urbanizaci­ón en entornos con densidad baja de población.

La planificac­ión del decrecimie­nto y la conciencia de la finitud de los recursos naturales no son sinónimos de la descentral­ización urbana. Si bien la migración de la ciudad al campo disminuye la población concentrad­a en las metrópolis, simplement­e traslada el cúmulo de dinámicas y problemas urbanos a los entornos rurales. El decrecimie­nto conlleva estrategia­s distintas, en primer lugar la redensific­ación de los entornos urbanos ya dotados de infraestru­cturas y servicios operativos y, en segundo lugar, una tarea algo más difícil, que conlleva una actitud hasta ahora inédita: la intención manifiesta de desacelera­r el crecimient­o económico.

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