Totalmente paleros
En el Diccionario del español de México existen dos entradas para la palabra palero, tan de moda en estos días. La primera dice: “Persona que ayuda a estafar o a engañar a otras, especialmente en un espectáculo teatral o de magia o, en los juegos de azar, que aparenta ganar con facilidad para atraer a las víctimas”. Y la segunda: “Persona que acompaña a otra para festejar sus actos y aparentar que aquélla cuenta con mucho apoyo”.
El cartujo piensa si alguna de estas definiciones se ajusta a los personajes camuflados como periodistas en las conferencias matutinas en Palacio Nacional. Todos ellos participan del espectáculo donde ningún elogio para el Ejecutivo parece desmedido y ninguna crítica hacia sus “adversarios” es desdeñada. En ocasiones, el show resulta entretenido, con canciones guapachosas, anatemas, frases del año de la canica y esos freaks escrupulosamente seleccionados por el mayordomo de la corte, quien cuenta con expertos asesores del mundo de la farándula.
¿Son paleros estos desmañanados profesionales de la genuflexión? Lo son tanto como aquellos periodistas conocidos por su apego al poder y al dinero, varios de ellos molestos por vivir exiliados del presupuesto público, o satisfechos por estar becados en algún consulado lejano. Son paleros y es un despropósito —como tantas cosas en estos días— pretender compararlos con los grandes periodistas del siglo XIX, quienes no ocultaban sus simpatías ni callaban sus diferencias con los poderosos de la época.
En un texto sobre el oficio periodístico publicado en Laberinto, Víctor Núñez Jaime escribe: “Nuestro trabajo es buscar la verdad, fiscalizar al poder (sea de una ideología o de otra) y no nos corresponde ser voceros de una u otra facción política ni querer ser los más influyentes”, ni los más simpáticos, ni los más condescendientes, ni lo más radicales, el único compromiso del periodista es con la verdad y la sociedad, de lo contrario deviene palero de intereses políticos o económicos, como sucedía en el pasado y sucede ahora con quienes, ante el poder presidencial, callan como momias o aplauden como focas.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.
El único compromiso del periodista es con la verdad y la sociedad