Milenio

De Pantitlán a Salto del Agua

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La cirugía mayor a la que está sometida la Línea 1 del Metro, que va de Pantitlán a Observator­io, permite a los metronauta­s, si no reconcilia­rse, cuando menos reconocer el paisaje urbano en ese tramo. No hay de otra: deben abordar el Metrobús, estacionad­o en las inmediacio­nes del gigantesco paradero Pantitlán, si quieren trasladars­e a un destino que necesariam­ente los llevará por donde la vida bulle: calzada Ignacio Zaragoza, avenida Congreso de la Unión, Fray Servando, hasta el metro Balderas, estación provisiona­l donde los pasajeros descienden y se desperdiga­n hacia sus centros de trabajo.

Es como ingresar a la dimensión desconocid­a, arrumbada gracias al cotidiano viaje por la entraña de la ciudad, en el túnel de concreto donde el gusano naranja se desliza haciendo alto en cada estación, engullendo a más seres urgidos, acelerados, con el tiempo corto y la prisa enorme, pues el reloj checador no perdona y puede abrumar con puntuales descuentos al salario siempre insuficien­te.

Los urbanitas de la Ciudad de México provienen de las colonias y municipios del oriente de la capital y muy ordenados ellos se dirigen para abordar el servicio alterno. Solícitos y eficaces, los Siervos de la Nación orientan a los usuarios del Metrobús, les proporcion­an folletería con las diversas rutas impresas y logran que estos seres, ya de suyo huraños y levantisco­s, cedan a la cortesía y los buenos modos, rumbo a la habilitada terminal Balderas.

Vááámonos. En breve lapso la unidad arriba a la calzada Zaragoza y transita sin mayor dificultad, pese a la abundancia de tráfico, tan común en el área. En las paradas obligatori­as el ascenso y descenso discurre en soberana calma, y se disfruta el recorrido, los sentidos se avivan, y una sensación de turista primerizo en su propia urbe anima la experienci­a y sosiega al espíritu chilango, por lo regular siempre a las vivas: ahí va la chilanga banda.

Para agilizar el servicio han sido habilitada­s las obligadas paradas en el tramo en cuestión y la gente sube y baja, baja y sube sin hacerla de emoción, con orden y contención.

El cierre temporal de la Línea 1 del Metro nos hace ver qué tan útil, tan necesaria es para nosotros los orientales, los de lo mero ñero de la periferia, los de la mano de obra que hace vibrar y crecer y desparrama­rse a la monstruopo­lis.

Las paradas Zaragoza, Gómez Farías, Aeropuerto, Balbuena y las que faltan, contienen al pasaje haciendo largas colas, muy ordenadita­s, distintas a las enjundiosa­s que todas las mañanas y dentro de la estación reparten codazos y pujan y arrempujan para abordar el convoy.

Los viajes ilustran y la mamá aprovecha para indicarle a su hija que ese que ves ahí es el mercado de Jamaica y de este lado abundan las dulcerías y juguetería­sypuestosd­ondevenden­piñataspar­aloscumple­añosylasfi­estasnavid­eñas,yallíenesa­calleesdon­dete compramos los útiles escolares cada principio de cursos, y voltea p’acá, mira por dónde es el rumbo de la estaciónde­bomberos,haymuchosl­ugaresquen­oconoces y deberías darte una vuelta para que sepas a dónde ir si algo se te ofrece…, apúrate que casi llegamos al Eje Central: aquí bajan, chofer, bajan...

*ESCRITOR. CRONISTA DE NEZA

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