De doctrina y decencia
Miles de páginas acerca del deterioro de la democracia dejan ver que las angustias y pronósticos no son exclusivos de lo nacional. Para el caso mexicano, se acumulan ejemplos de retorno a las bases doctrinales del pensamiento político. No importa el hecho ni hay evidencia suficiente para convencer de lo que se encuentre por delante: la violencia, la mentira, la manipulación, la vulneración de la decencia elemental.
A lo largo del tiempo modificamos los sujetos del pensamiento religioso, no así su objeto: darles respuesta a interrogantes comunes e intentar establecer un orden para administrarnos. Una vez pasados los determinismos, entregamos a las nociones republicanas el peso de lo exiguo, incluyendo la rectoría de comportamientos. La democracia, la religión laica por excelencia. Su base, códigos compartidos bajo el principio de pluralidad para entender fallas, necesidades y aspiraciones de convivencia, ley, seguridad, educación. De civilidad. Al resquebrajarse el piso de verdad imprescindible, vuelve un pensamiento que construye realidades a partir de la autoridad moral y la popularidad.
Desmanes y golpes en las elecciones internas del partido gobernante se convierten en democracia ejemplar, porque son ellos; el encargado de la política interna, aspirante presidencial, le espeta su falta de confianza a una víctima de desaparición: muestra de empatía, porque es él, ungido.
Se equivocará quien asuma que se tratan de declaraciones simples o procesos ajenos a la generalidad, cuando, desde ellos, se modelan estructuras que derivan en consecuencias sobre lo público. En el regreso a los planteamientos doctrinales, vemos la formación de hábitos mentales desde los cuales en este país se responde con la devaluación de la verdad y de la justicia. Son devaluaciones de las que no es fácil salir. Ésta podría ser, para quien quiera analizar a este país, la mayor preocupación hacia el futuro; la erosión causada por la perversión de herramientas republicanas en nombre de una abstracción.
Si la política, es decir, las pasiones vueltas razón, se queda en la forma primaria de las emociones, no estaremos viéndola. En todo Estado la autoridad moral se enaltece cuando hay ausencia de legalidad.
En todo Estado la autoridad moral se enaltece cuando hay ausencia de legalidad