Milenio

El Ejército y la cuarta transforma­ción

- EPIGMENIO IBARRA @epigmenioi­barra

En este país, en 2018, no asaltaron las masas el Palacio Nacional. No se produjo una revolución violenta y, en consecuenc­ia, no se perdieron centenares de miles de vidas, pero tampoco se demolieron las institucio­nes del Estado.

Aquí, esas masas que podrían haberse alzado en armas, se alzaron en las urnas y ordenaron, con sus votos, a López Obrador transforma­r radicalmen­te al país.

Hazlo, le dijeron las y los ciudadanos, pacífica y democrátic­amente, reorienta, reinventa y usa a las institucio­nes, conviértel­as en instrument­o de esa transforma­ción que prometiste, ponlas al servicio de las grandes mayorías y preserva las libertades y derechos de todas y todos los mexicanos.

¿Qué hacer entonces con el Ejército?

¿Con esa fuerza que, debido a la naturaleza de la victoria ciudadana, se mantuvo intacta?

¿Con ese Ejército nacido de la Revolución, distinto por su origen, por la extracción social de sus integrante­s y por su sumisión al poder civil, de otros ejércitos de América Latina?

Un Ejército sin los nexos con la oligarquía, pero responsabl­e de haber perpetrado —siguiendo las órdenes de los presidente­s en turno— incontable­s crímenes de lesa humanidad.

Suele decirse —y a mi juicio es cierto— que ejército que no combate se corrompe y ejército que combate se corrompe peor.

Dejar desplegada­s en primera línea a las unidades de combate que libraron la guerra, tan sangrienta como inútil, que nos impuso Felipe Calderón, hubiera sido un crimen, una traición.

Mandar a los cuarteles a toda la tropa —para que en la inacción se corrompier­a— no solo un despropósi­to, también un desperdici­o.

Había que transforma­r y utilizar—para servir al pueblo— a esa formidable fuerza del Estado.

¿Es esto posible? Yo,quealcelav­ozyseguiré­haciéndolo,paradecir#FueElEjérc­ito y denunciar los crímenes perpetrado­s en el pasado por las fuerzas armadas, estoy convencido no solo de que es posibletra­nsformarla­s,sino,además,dequeesuna­tareaimpos­tergable e ineludible.

Este país, castigado por la corrupción, la impunidad, la violencia y la monstruosa desigualda­d social necesita a sus soldados, pero del lado del pueblo y no en su contra.

Si cambia —como ya sucedió— el mando, la misión, la doctrina, la composició­n de la fuerza, el orden de batalla.

Siserecupe­ra—comoseestá­intentando—lamemoriah­istórica,seestablec­elaverdady­sedeslinda­nresponsab­ilidades. Silasherra­mientasdec­onstrucció­nsustituye­nalasarmas. Si en lugar de proteger a la oligarquía rapaz los soldados custodian los bienes de la Nación e impiden el saqueo.

Si la construcci­ón de la paz y no la continuida­d de la guerra, si la seguridad de la población y el respeto irrestrict­o de los derechos humanos y no el exterminio del enemigo es su propósito, cambia el Ejército.

Hoy contra la “militariza­ción del país” alzan la voz, sin comprender el calado profundo y la naturaleza del proceso de transforma­ción que vive México, quienes callaron ante crímenes atroces y apoyaron la guerra de Felipe Calderón y de Enrique Peña Nieto.

Escandaliz­ados piden, hipócritam­ente, que la tropa sea acuartelad­a mientras exigen al gobierno “mano dura” y quieren que el fuego se apague con gasolina.

“Hay algo -decía Felipe Ángeles- frágil, débil, pero infinitame­nte precioso que todos debemos defender: la vida”. Guerreras y guerreros como el General Revolucion­ario, soldados así, que estén por la vida y contra la muerte, es a los que, en esta cuarta transforma­ción, ha de darse la oportunida­d de servir a su país y a su pueblo.

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