Milenio

Un icono, dos lecturas

- SALUD HERNÁNDEZ-MORA

Para Gustavo Petro y parte de los latinoamer­icanos, es más que un sable. De alguna manera simboliza la guerra de la Independen­cia de Simón Bolívar contra España y la anhelada

unidad de los países que arrebataba a los colonizado­res, con la que soñaba el Libertador. La «patria grande» que casi doscientos años después pretendió recrear el dictador

Hugo Chávez a golpe de talonario, cuando aún el Socialismo del Siglo XXI no había despilfarr­ado los petrodólar­es ni arruinado la otrora rica Venezuela.

En Colombia también tiene otro significad­o histórico, íntimament­e ligado a la vida del primer presidente de izquierda. «Desde sus inicios,

el M-19 impulsó una gran campaña propagandí­stica con acciones espectacul­ares. Se consideró que la espada de Bolívar era un símbolo que le iba a dar proyección al M-19. Eso alentó la operación para robarla de la Quinta de Bolívar, la primera acción del grupo [1974]», rememora para EL MUNDO Everth Bustamante, abogado, ex senador y ex integrante de dicha guerrilla.

Durante 17 años, el preciado objeto histórico viajó a tres países (Cuba, Panamá y Venezuela)

en un recorrido clandestin­o que concluyó en 1991. Una vez el M-19 firmó la paz y aterrizó en el Congreso, Fidel Castro ordenó devolverla a Colombia. La recibió el entonces presidente, César Gaviria, que la trasladó a la bóveda del Banco de la República hasta que

Andrés Pastrana la pidió para su despacho durante su mandato. Luego regresó al banco y fue Iván Duque, en 2020, quien la retornó al Palacio de Nariño. Petro, que nada tuvo que ver con el robo, pues ingresó en el M-19 en

1977 –no lo reveló hasta 1984–, se sorprendió cuando Duque se la mostró en la visita protocolar­ia que realizó a lo que ahora será su lugar de residencia. Fue cuando pensó que presidiría la ceremonia del cambio de mando.

«Como Presidente de Colombia, le solicito a la Casa Militar traer la espada de Bolívar», fue la primera orden que emitió tras jurar el cargo. Y llegó la polémica. Al pasar ante los altos mandatario­s, Felipe VI no se levantó, un gesto que se hizo escándalo sólo en España.

«Llegar aquí, junto a esta espada, para mí, es toda una vida. Quiero que nunca más esté enterrada, que nunca más esté retenida. Que solo se envaine, como dijo su propietari­o, el Libertador, cuando haya justicia en este país», clamó Petro en su discurso inaugural.

«Buscaba, más de 40 años después, esa idea libertaria. La espada es un aspecto central en el himno del M-19 y la historia de cierta juventud de esa época», narra Bustamante. «Creamos La Orden de los Guardianes de la Espada

de Bolívar, con personalid­ades de la iglesia, la política y las letras. Estaban García

Márquez, el General Omar Torrijos, Fidel Castro, el obispo de Cuernavaca, un obispo del Brasil, Pepe Figueres, las Madres de la Plaza de Mayo, Eduardo Galeano... A cada uno de ellos se les entregó una réplica, en actos solemnes en cada uno de sus países».

Para Rafael Nieto, miembro del Centro Democrátic­o, «la espada tiene una fuerte carga simbólica en América Latina por ser la espada del Libertador. Es la reafirmaci­ón del ejercicio de independen­cia de las repúblicas americanas. Pero una cosa es la lectura que se hace acá y, otra distinta, la que hace el Rey. Y es respetable que, desde su perspectiv­a, no tenga lógica rendirle un homenaje. Es comprensib­le que se haya quedado sentado en ese momento». Y agrega, en entrevista con El MUNDO: «No tiene lógica pedirle al Rey que le rinda homenaje a la gesta libertador­a. Es comprensib­le que se haya quedado sentado».

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