Polanyi en Mitikah
En La gran transformación, uno de los más relevantes textos contemporáneos de economía política, Karl Polanyi argumenta que una de las principales transformaciones del mundo moderno consistió en la conversión del trabajo y la tierra en mercancías, asunto que si bien ahora nos parece algo completamente evidente, no siempre fue así, nos recuerda. Asimismo, en estrecha relación con lo anterior, también anota que el fenómeno de la escasez para algunos sectores de la sociedad, cuando existen recursos suficientes para al menos cubrir las necesidades básicas de todos, es también un asunto moderno, derivado de la forma de organización específica de las sociedades.
Además de los efectos económicos, la concepción del ser humano y su propiedad como mercancías a ser rentabilizadas y explotadas al máximo, produce importantes transformaciones en el paisaje mental.
Hace unos días tuve un inmejorable ejemplo de lo anterior, cuando salía de la vivienda que alquilo en Coyoacán, y fui abordado por una señora que se presentó como representante de un comité vecinal. Procedió a entregarme una hoja informativa, mientras me explicaba que pertenecía a una asociación de vecinos conformada para defender los intereses de la zona. Me marché tan pronto pude. Al leer posteriormente el panfleto informativo, encontré las esperadas quejas en contra del ambulantaje, los franeleros,
El mentado daño a la plusvalía es al menos en lo inmediato un daño a la propia concepción del estatus
el ruido y demás. Pero más específicamente llamó mi atención, y aquí es donde encuentro claros ecos de lo escrito por Polanyi, la preocupación por el daño al “patrimonio individual de nuestros predios”, pues “por estas razones ha disminuido en un 13% la plusvalía de nuestros inmuebles”.
Me gustaría en primer lugar conocer la metodología que arroja un dato tan exacto, pues me da la impresión de que la realidad sea que, al contrario, como sucede en buena parte de CdMx, el valor de las propiedades no haya hecho más que aumentar exponencialmente. Pero lo más paradójico es que, a juzgar por el tono de orgullo propietario, expresado tanto verbalmente como por escrito, no debe tratarse en general de personas interesadas en vender sus valiosos inmuebles. Así que el mentado daño a la plusvalía es al menos en lo inmediato un daño a la propia concepción del estatus, que seguramente consideran se ve empañado por la presencia de personas que se buscan la subsistencia ya sea vendiendo en puestos, o recurriendo a la labor de regular el estacionamiento en la calle a cambio de unas monedas, cuestión a la que evidentemente se recurre por necesidad, y no por gusto o por fregar a nadie más.
Y lo curioso es que no recuerdo que dicha asociación se haya movilizado (o al menos no me tocó enterarme como ahora) en contra del obsceno y ostentoso desarrollo de la descomunal Torre Mitikah, que seguramente representa un problema mucho mayor en cuanto al acaparamiento del agua, y el incremento del tráfico y densidad poblacional de la zona, por no hablar de la desastrosa contaminación visual de la que es prácticamente imposible escapar. Pero proyectos como aquel se venden explícitamente como espacios lujosos, con gimnasios y spas y tiendas y oficinas, enmarcados bajo la tranquilidad que la máxima seguridad y exclusividad pueden comprar. Así que seguramente no atenta contra el sacrosanto patrimonio inmobiliario de la zona, sino antes lo contrario:
¡Vecinos del mundo, uníos en defensa del valor de vuestra plusvalía!