Un juicio y un clima de violencia insostenible
Desde hace dos décadas, la política en Argentina es la lucha de dos extremos que se repudian o se retroalimentan: kirchnerismo o antikirchnerismo
Argentina vive desde ayer con los ojos abiertos como platos. Aunque quizás, más que horas, el país lleva días, semanas o incluso meses viviendo en el desconcierto. El Gobierno denuncia que el intento de asesinato a Cristina Kirchner «es lo más grave que le ha sucedido al país desde el regreso de la democracia» (en 1983). Kirchner es protagonista indiscutible de la política argentina desde hace décadas. Tan amada como odiada. Tan aclamada como perseguida.
¿Cuál es el contexto del ataque?
A sus 69 años, vicepresidenta desde 2019 y presidenta entre 2007 y 2015, Kirchner está acusada de corrupción en un caso de licitaciones de obra amañadas que se remonta a la época en la que fue presidenta. Aunque tiene varias cuentas pendientes con la justicia, ha sido la primera vez que la fiscalía ha solicitado hasta 12 años de cárcel y su inhabilitación política de por vida, porque sostiene que Kirchner fue la jefa de la asociación ilícita que se enriqueció en beneficio propio. El 22 de agosto, la vicepresidenta dio un encendido discurso para reivindicar su inocencia y dijo que era víctima de un complot para acabar con ella y con el peronismo. Desde entonces, su casa en Buenos Aires se ha vuelto una trinchera, sitiada por la policía, para evitar choques entre sus detractores y sus simpatizantes, que acuden a darle su apoyo o a pedir un autógrafo, que le cantan sin cesar, que acampan noche y día bajo su ventana. Y allí, entre esa multitud eternamente fiel –«Si la tocan a Cristina, qué quilombo se va armar»– se coló el atacante.
¿Cuál es la trayectoria política de Cristina Fernández de Kirchner?
La primera mujer elegida presidenta de Argentina nació en 1953 en La Plata. Conoció a Néstor Kirchner cuando ambos estudiaban Derecho en la universidad; militantes ambos de la Juventud Peronista (el movimiento más influyente de la política en Argentina que, desde los años 40 ha pasado del éxito a la prohibición –durante la dictadura– y de nuevo al poder para mutar, los últimos 20 años, en kirchnerismo), se labró una carrera política desde su primer cargo como diputada provincial, hasta el Senado (donde llegaría a ser presidenta, cargo que aún ejerce) y la Casa Rosada. Como primera dama y después como presidenta, sucediendo a su marido.
¿Por qué Argentina está tan dividida?
Desde hace dos décadas (de nuevo, quizás haya que remontarse más en el tiempo), la política en Argentina es la lucha de dos extremos, que se repudian y se retroalimentan. Ese abismo entre dos formas de entender el mundo –kirchnerismo y antikirchnerismo– se ha reactivado desde las acusaciones de la fiscalía contra la actual vicepresidenta. Y ella lo sabe y lo aprovecha. Al referirse a su juicio como «un juicio al peronismo» (corriente más amplia que el kirchnerismo), Kirchner «aglutina a todo el peronismo (...) al que estuvo proscrito durante 18 años y que después, en la dictadura, puso la mayoría de los muertos», afirmaba recientemente el politólogo Raúl Aragón a la agencia France Presse. Y, con la esquina de su casa convertida en una manifestación permanente (disturbios y bailes, choques y lágrimas: de nuevo, los dos mundos), Cristina Kirchner consigue «tapar las pruebas de la corrupción, la crisis, y el ajuste», decía hace unos días el editorial del diario Clarín.
Y ahora, ¿qué?
Siete años después de haber abandonado la Casa Rosada, Cristina Kirchner sigue fija en la foto del país, en su presente y quizás, en su futuro. Combativa, luchadora, maestra de la oratoria con la emoción siempre a flor de piel, para sus adversarios representa la personificación de un «clientelismo patológico» que ha sumido al país en una crisis permanente. De momento protegida de una condena judicial gracias a que goza de inmunidad parlamentaria, ha sido sobreseída en varias causas aunque tiene pendientes hasta cinco. Su imagen está debilitada y es improbable, según los expertos de ese extraño animal fantástico que es la política argentina, que Kirchner vuelva a ganar unas elecciones. Pero una cosa es ganar y otra muy distinta, ser derrotada. «No se puede armar una fórmula electoral sin Cristina», decía el politólogo Aragón. El intento de magnicidio da «una sensación de consternación y vulnerabilidad colectiva que exigen urgente esclarecimiento (..) No algo, sino muchas cosas están demasiado mal para haber llegado a esta instancia», escribió ayer Claudio Jacquelin en La
Nación. Mientras el país espera respuestas, sólo parece haber una cosa clara: Cristina Kirchner seguirá estando en el centro de todo.
Porque Argentina, más allá de Cristina, no vive en el mejor de los tiempos: la inflación está desbordada y más de un tercio de la población vive en la pobreza. Esa pobreza estructural, que afecta al país desde los 90, está anclada en limitaciones permanentes como la falta de acceso a servicios públicos o la escasez de medicamentos.