Manuel Puig y la basura de la gente culta
E lsa Drucaroff es una escritora bonaerense que cita una anécdota luminosa para entender la obra de su paisano Manuel Puig (1932-1990), natural de un pueblo de la pampa argentina que desde niño se sabe diferente y solo empieza a encontrarse al entrar a un refugio insospechado en aquellas latitudes, un cine, mediante el que irrumpe en el mundo de la ficción.
Sin embargo, ya adulto, deja las películas para pasar a la literatura y el propio autor lo cuenta así:
“Yo no decidí pasar del cine a la novela. Estaba planeando una escena del guion en que la voz en off de una tía mía introducía la acción. Esa voz tenía que ser de unas tres líneas de duración y siguió sin parar unas treinta páginas, no hubo modo de hacerla callar.
“Ella sólo tenía banalidades para contar, pero me pareció que la acumulación de banalidades daba un significado especial a la exposición. Este asunto de las treinta páginas de banalidades sucedió un día de marzo de 1962 y yo tampoco me he podido callar desde entonces, he seguido con mis banalidades, no quise ser menos que mi tía.”
Apunta Drucaroff que este relato de iniciación literaria está muy lejos de la solemnidad frecuente entre los autores, ajeno al esnobismo del orbe de las letras, y con el legado de la voz del cine escribirá para entender del dolor de las tías pueblerinas, pero seguirá calzándose los zapatos de mujeres que, bajo vestuarios más glamorosos, sufren la misma opresión.
En otra cita, Puig, quien murió en Cuernavaca, define: “Creé un estilo con los desechos, con la basura que arrojaba la gente culta; con las sobras que dejaba la intelligentsia argentina. Con el mal gusto que ellos despreciaban y pensaban inútil le di peso a mi lenguaje”.
Este breve ensayo sobre el autor de El beso de la mujer araña y Boquitas pintadas figura en el libro Atlas de la literatura latinoamericana (NórdicaLibros, 2022), edición de Clara Obligado con ilustraciones de Agustín Comotto, que ya circula en librerías a partir de septiembre.
“Con el mal gusto que ellos despreciaban y pensaban inútil le di peso a mi lenguaje”, apuntó el autor