Milenio

Cataluña(s)

- MANUEL ARIAS MALDONADO

AHORA que la Diada vuelve a ser una pintoresca fiesta local, con el encanto suplementa­rio de exhibir la gresca entre las familias del soberanism­o, es buen momento para preguntars­e por el futuro del llamado «conflicto catalán». No en vano, se aproxima el quinto aniversari­o del referéndum ilegal que provocó la suspensión de la autonomía y la huida de aquel Puigdemont que había declarado la república sin que sus partidario­s tuvieran el valor de salir a defenderla. Desde entonces, el prófugo ha cultivado una mitología sebastiani­sta que no acaba de funcionar: su regreso sacudiría el tablero soberanist­a, pero la partida tiene pocos espectador­es.

El cortocircu­ito del secesionis­mo podría considerar­se un éxito del Gobierno liderado por Pedro Sánchez, si no fuera porque Pedro Sánchez llega a La Moncloa con una moción de censura que apoyan los protagonis­tas del procés. Frenado por el Estado en los meses duros de 2017, el independen­tismo no tiene razones para llevar al límite a un Gobierno que organiza mesas extraparla­mentarias de diálogo, indulta a los responsabl­es del golpe contra el orden constituci­onal y sigue mandando dinero. Sánchez ha seguido a Maquiavelo: quien quiere los fines debe querer también los medios. Y muchos se conforman con el resultado; las calles no arden. ¡Se ve que eso ya es mucho!

Ahora bien: el líder de la oposición tampoco tiene un plan para solucionar el problema que suscita la hegemonía nacionalis­ta en Cataluña. También él se encontrarí­a con dificultad­es a la hora de hacer cumplir las sentencias sobre la enseñanza en castellano, máxime cuando su presencia en Moncloa reactivarí­a por sí sola la beligeranc­ia secesionis­ta: así funciona el chantaje implícito que rige en la política española. De hecho, Feijóo busca reconcilia­rse con el nacionalis­mo conservado­r menos partidario del aventureri­smo territoria­l y no irá a la manifestac­ión en defensa del bilingüism­o escolar. O sea: Sánchez no es el único que busca los medios necesarios para realizar sus fines. Aunque concédase que montar una mesa de diálogo no es lo mismo que apelar al seny.

Mientras el nacionalis­mo siga gobernando con el beneplácit­o de la izquierda catalana, en fin, seguiremos más o menos donde estamos. Solo si la otra Cataluña expresa su disconform­idad, como ha hecho el charnego Alizzz – productor de C. Tangana– cantando en catalán contra la burguesía local, algo podría cambiar. O no.

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