Cataluña(s)
AHORA que la Diada vuelve a ser una pintoresca fiesta local, con el encanto suplementario de exhibir la gresca entre las familias del soberanismo, es buen momento para preguntarse por el futuro del llamado «conflicto catalán». No en vano, se aproxima el quinto aniversario del referéndum ilegal que provocó la suspensión de la autonomía y la huida de aquel Puigdemont que había declarado la república sin que sus partidarios tuvieran el valor de salir a defenderla. Desde entonces, el prófugo ha cultivado una mitología sebastianista que no acaba de funcionar: su regreso sacudiría el tablero soberanista, pero la partida tiene pocos espectadores.
El cortocircuito del secesionismo podría considerarse un éxito del Gobierno liderado por Pedro Sánchez, si no fuera porque Pedro Sánchez llega a La Moncloa con una moción de censura que apoyan los protagonistas del procés. Frenado por el Estado en los meses duros de 2017, el independentismo no tiene razones para llevar al límite a un Gobierno que organiza mesas extraparlamentarias de diálogo, indulta a los responsables del golpe contra el orden constitucional y sigue mandando dinero. Sánchez ha seguido a Maquiavelo: quien quiere los fines debe querer también los medios. Y muchos se conforman con el resultado; las calles no arden. ¡Se ve que eso ya es mucho!
Ahora bien: el líder de la oposición tampoco tiene un plan para solucionar el problema que suscita la hegemonía nacionalista en Cataluña. También él se encontraría con dificultades a la hora de hacer cumplir las sentencias sobre la enseñanza en castellano, máxime cuando su presencia en Moncloa reactivaría por sí sola la beligerancia secesionista: así funciona el chantaje implícito que rige en la política española. De hecho, Feijóo busca reconciliarse con el nacionalismo conservador menos partidario del aventurerismo territorial y no irá a la manifestación en defensa del bilingüismo escolar. O sea: Sánchez no es el único que busca los medios necesarios para realizar sus fines. Aunque concédase que montar una mesa de diálogo no es lo mismo que apelar al seny.
Mientras el nacionalismo siga gobernando con el beneplácito de la izquierda catalana, en fin, seguiremos más o menos donde estamos. Solo si la otra Cataluña expresa su disconformidad, como ha hecho el charnego Alizzz – productor de C. Tangana– cantando en catalán contra la burguesía local, algo podría cambiar. O no.