¡Por Zeus!
Ya nadie espera que López Obrador —Zeus, como le llama en clave el Ejército— atienda o siquiera entienda los problemas que fustigan a México, pero cuando en una gira por Oaxaca, de esas con tamborines y collares de flores que a él tanto le gustan hacer en lugar de trabajar en políticas públicas urgentes, una reportera le preguntó al vuelo si habrá investigaciones o sanciones por los cuatro millones de correos electrónicos de nuestras fuerzas armadas ventilados por el affaire Guacamaya, el mandatario dio una respuesta que pasma hasta al más plantado: “No, nonono… este… yo soy partidario que no, la gente sanciona y no les gusta esas cosas”.
La frase es incomprensible, pero el sentido de la respuesta es claro: al Ejército, como a los narcos, no se le toca ni con el pétalo de una rosa. Por eso, sin duda es bueno para los ciudadanos que, en un sexenio donde reinan como nunca antes la opacidad y la demagogia, se ventilen los contubernios entre los cuarteles y el palacio. Lástima que se haga por medio de un ataque cibernético en vez de por el compromiso voluntario con la transparencia y la honestidad desde la autoridad, pero es lo que hay. El problema es que los daños colaterales son de cuidado: hoy anda en el viento información más que sensible sobre nuestra seguridad nacional, abarcando desde destacamentos y capacidades militares hasta aduanas y migración, pasando por operaciones de inteligencia —es un decir—, infraestructura y comunicaciones, protocolos de seguridad y otros similares y conexos.
Si una prueba necesitábamos de que López Obrador es incapaz de ejercer el puesto para el cual fue electo es ésta: la inopia que muestra ante el más grave atentado contra nuestra seguridad en la historia del país y el sólo poder ver el ataque en función de sí mismo. Su gabinete no se queda atrás: Adán Augusto López, secretario de
El problema es que los daños colaterales son de cuidado: hoy anda en el viento información sensible
Gobernación, desestimó la filtración diciendo que “no afecta al Poder Ejecutivo federal”. Se necesita una estulticia oceánica para asumir que con poner otra canción de Chico Che y reconocer el hipotiroidismo, la gota y las afecciones cardiacas de López basta para desactivar los daños de la filtración, con sus voceros y panegiristas sacando el violín más pequeño del universo para lagrimear por los sacrificios que el tabasqueño hace por México a pesar de sus enfermedades. Es descorazonador comparar esa cortedad de miras con la respuesta del joven presidente chileno, quien dio de baja a su jefe del Estado Mayor y regresó de Nueva York a su ministra de defensa, Maya Fernández, “para liderar la respuesta frente a estos hechos… y determinar las responsabilidades correspondientes… los antecedentes han sido puestos a disposición de la justicia militar para dar pie a la investigación penal”.
El asunto es que, con o sin gota, los seis terabytes hoy en manos de periodistas —y de sepa dios quién más— van a estar punzando las mentiras y la demagogia de López Obrador a fuego lento por el resto del sexenio. Diría que México es más grande que su presidente, o que el país no se lo merece, pero mejor esperemos a las siguientes elecciones.