Milenio

Ucrania empuja al ejército ruso en todos los frentes de guerra

Fin de semana negro para las tropas de la Z, obligadas a retroceder en Jersón y Lugansk Tras la liberación de Limán, Ucrania puede retomar el norte de Lugansk En el sur, las tropas de Kiev alcanzaron los 30 kilómetros de avance en un día

- ALBERTO ROJAS

En su mensaje nocturno desde Kiev, Volodimir Zelenski ha empezado a incluir un espacio en ruso y dirigido a los soldados invasores. Este fin de semana, sus palabras fueron para los nuevos reclutas enviados por Moscú: «Si venís a combatir a Ucrania sólo habrá una forma de volver a casa: metidos en una caja de pino. Haceos un tatuaje con vuestro nombre y apellido para que podamos enviar vuestro cuerpo a la familia». Ahora Kiev tendrá que gestionar un nuevo desafío: la rendición masiva de soldados rusos. Por todo el frente vuela un panfleto con la bandera azul y amarilla y un teléfono: «Llama a este número para rendirte o levanta las manos y muestra esta tarjeta a las fuerzas ucranianas».

Recogido el confeti y las botellas vacías tras la fiesta imperialis­ta del Kremlin, las noticias del campo de batalla llegan como una mala resaca: el ejército de Ucrania avanza ya en todos los frentes de batalla, tanto norte como sur. Este fin de semana Rusia ha perdido unos 500 militares cada día. En Moscú, fuentes internas aseguran que el propio Putin tomó hace meses las riendas de las operacione­s militares como ya hiciera el propio Hitler, en ambos casos con nefastas consecuenc­ias.

La maquinaria rusa es hoy un robot oxidado, incapaz de revertir la situación. A la debacle rusa del área de Limán, flanqueada y liberada este fin de semana, llegan las reconquist­as de Borova, ya en el lado Este del río Oskil, la supuesta nueva frontera natural que Rusia pensaba usar como barrera y una ofensiva desde Kupiansk hacia el norte de Lugansk.

Si esa columna llega al nudo logístico de Svatove, y es cuestión de tiempo que lo consiga, Ucrania cortará las vías de abastecimi­ento de Lisichansk, Rubizne y Sverodonet­sk, ciudades en las que Moscú puso todo su músculo artillero este verano y que ahora pueden ser liberadas en días. Mientras, los soldados rusos que consiguier­on huir de Limán ya están de nuevo bajo el fuego en Kremina. En doctrina militar se estima que un soldado puede combatir durante 180 días antes de que su cuerpo y su mente se rompan, pero muchos de estos militares llevan desde el 24 de febrero sin rotaciones, completame­nte exhaustos.

Ucrania ya sólo teme al «general Invierno», que frena ofensivas con el barro y el hielo. Putin mueve en los mapas ejércitos que ya no existen y cambia generales que apenas llegan a jurar su nuevo cargo. Ayer purgó a Alexander Zhuravlev para colocar a Roman Berdnikov. Pero ni el mismo genio militar de Napoleón podría darle una vuelta a esta situación. La poderosa artillería rusa, que machacó el frente del Donbás este verano, dejó de disparar hace unos días ante la sorpresa ucraniana. ¿Se están quedando sin municiones? Fuentes de inteligenc­ia occidental­es aseguran que Putin está tirando de los polvorines de Bielorrusi­a tras haber destruido Ucrania decenas de almacenes de armamento con sus lanzaderas Himars de largo alcance.

En el sur, Rusia sufrió otro descalabro: un contraataq­ue ucraniano desde Krivig Rig, en el frente de Jersón, echó a los invasores de las ciudades de Zolota Balka, Leninske, Khrescheni­vka y Liubymivka en un solo día, o sea, más de 30 kilómetros liberados de golpe con los soldados de la Z de nuevo a la carrera. Este área se suponía que era la más reforzada del frente, la que contaba con tropas paracaidis­tas de élite. Ahora Moscú busca a la desesperad­a fijar el frente en una nueva línea de defensa, pero eso lleva tiempo y se necesita músculo para cavar trincheras, dos cosas que a Rusia ya no le sobran. Sin puentes para abastecers­e a través del río Dnipro, la guarnición rusa puede estar madura para caer.

Sobre el papel, el ejército, la armada y la aviación de Moscú son impresiona­ntes, sobre todo en los desfiles de la Plaza Roja, donde sacan músculo cada año. En la realidad del campo de batalla, la aviación ha perdido 120 aparatos entre helicópter­os y cazas, las columnas blindadas arden como teas de petróleo, con más de 1.300 tanques perdidos y los barcos no pueden abandonar el puerto porque los hunden como ya hicieron con el crucero Moskva. En Ucrania ha caído la crema pastelera de ese ejército y lo que queda en reserva es fondo de almacén de la Guerra Fría.

«El anuncio de anexión de Rusia contrasta fuertement­e con la realidad militar sobre el terreno», escribe Michael Kofman, analista de Estudios rusos en el CNA de Washington, «ya que las fuerzas rusas se enfrentan a la derrota y el colapso».

Ningún país hasta el momento, ni siquiera Alexander Lukashenko, la marioneta bielorrusa de Putin, ha reconocido las anexiones ilegales de zonas parciales de cuatro oblast ucranianos: Lugansk, Donetsk, Jersón y Zaporiyia. Ucrania no iba a ser menos, así que sigue a lo suyo, liberando aldea tras aldea ante la huida de los soldados rusos. El doctor Mike Martin, analista del departamen­to de estudios bélicos del King’s College de Londres, define la situación con una frase no demasiado académica: «Los rusos están jodidos».

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REUTERS Un militar ucraniano quita las banderas rusas en el centro de Limán para colocar la ucraniana.
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