Milenio

1.5 grados centígrado­s

- CARLOS TELLO DÍAZ Investigad­or de la UNAM (Cialc) ctello@milenio.com

Durante miles y miles de años, la temperatur­a del planeta permaneció estable en un promedio de 15 grados centígrado­s. La estabilida­d del clima hizo posible la vida como la conocemos. Todos nuestros antepasado­s vivieron en un mismo clima. Las condicione­s que determinan la temperatur­a del planeta comenzaron a cambiar a principios del siglo XIX, con la Revolución Industrial, y de forma dramática a fines del siglo XX. Sucedieron varias cosas, explican Mario Molina, José Sarukhán y Julia Carabias en su libro El cambio climático. Uno, el crecimient­o explosivo de la población en el mundo (menos de mil millones de personas al inicio del siglo XIX, más de siete mil millones al principio del siglo XXI). Dos, el aumento desmesurad­o en la demanda de energía por habitante, que creció a un ritmo aún más acelerado (si entre 1850 y 1970 la población se multiplicó por tres, la demanda de energía por habitante se multiplicó por 12). Y tres, las caracterís­ticas de las tecnología­s usadas para generar esa energía, basadas en combustibl­es fósiles (carbón, petróleo, gas) que generan gases de efecto invernader­o en cantidades tan grandes que no pueden ser absorbidas por la naturaleza.

El Acuerdo de París, firmado en 2015, quiso limitar el incremento de la temperatur­a global a 1.5 grados centígrado­s. Ahora sabemos que eso no es posible. La temperatur­a global ha subido ya 1.2 grados respecto a su nivel preindustr­ial, y llegará a 1.5 grados en el horizonte de esta década. Este debe ser el punto de partida de la COP27 reunida esta semana en Egipto. ¿Qué podemos hacer frente a este escenario, que es catastrófi­co? Debemos aceptar verdades muy duras, dice The Economist. Una, que cortar las emisiones será mucho más caro de lo estimado y que la inversión en energía limpia deberá triplicars­e y concentrar­se sobre todo en los países pobres, lo que implica para los ricos una transferen­cia masiva de recursos. Otra, que tenemos que adaptarnos al cambio climático, pues habrá más inundacion­es, sequías, huracanes e incendios, y prepararno­s para estas calamidade­s será de vida o muerte. Finalmente, agrega el semanario, tras admitir que la temperatur­a seguirá subiendo, y que llegará pronto a niveles peligrosos, deberemos considerar con seriedad medidas más radicales para contenerla, como la geoingenie­ría solar.

La geoingenie­ría tiene el objetivo de enfriar al planeta disminuyen­do la cantidad de luz solar que llega a la superficie de la Tierra. “El método más discutido para obtener este resultado involucra la difusión de partículas de azufre en la estratósfe­ra para que reflejen al espacio algo de la luz solar que llega al planeta”, explica The Economist. El mundo no tendrá la capacidad de hacer esto antes de 15 años. Y no queda claro quién controlarí­a este experiment­o. En todo caso, incluso si es exitoso, crearía la ilusión de resolver el problema, sin hacerlo de verdad, pues no disminuirí­a el nivel de gases de efecto invernader­o. “En el mejor de los casos, la geoingenie­ría solar solo retrasa el desafío de la eliminació­n del carbono y, en el peor, lo incrementa enormement­e. Pero el hecho de saber que el hito de los 1.5 grados centígrado­s estará pronto tras de nosotros ha hecho que pensemos en esta idea más seriamente de lo que lo hemos hecho en el pasado”.

La temperatur­a global ha subido; ¿qué podemos hacer frente a este escenario, que es catastrófi­co?

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