Milenio

EU, caso de desconfian­za atípica a la globalizac­ión

La victoria de Luiz Inácio Lula da Silva fue más positiva para la economía mundial que el intento de los republican­os por retomar el Congreso en Washington

- ALAN BEATTIE LONDRES

En las últimas dos semanas se celebraron dos elecciones importante­s para el futuro de la globalizac­ión. En una de ellas, un izquierdis­ta radical relativame­nte afín a China fue elegido prometiend­o una fuerte ruptura con su predecesor, un derechista favorable a las empresas y que firmó uno de los mayores acuerdos comerciale­s del mundo de la historia. En la otra, un partido conservado­r con perspectiv­a histórica de libre mercado disputa el control de la legislatur­a del país.

Sin embargo, en el primer caso, la victoria de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, es casi con toda seguridadm­ás positiva para una economía mundial abierta que el segundo caso, los republican­os que intentan retomar el Congreso de Estados Unidos. Son tiempos extraños, pero se necesita una apreciació­n de las reglas y los valores internacio­nales más que un vago instinto desregulad­or para apoyar el sistema comercial moderno, y EU en general y los republican­os en particular desde hace mucho tiempo abdicaron a su papel de defensores­de la apertura económica.

Lula tiene experienci­a en sorprender a quienes esperaban una administra­ción imprudente, fiscalment­e incontinen­te y proteccion­ista. Antes de su primera elección como presidente de Brasil en 2002, los mercados de bonos se asustaron, obligando al Fondo Monetario Internacio­nal a lanzar un rescate de 30 mil millones de dólares, en esa época un récord. Al final, el gobierno de Lula endureció la política fiscal incluso más de lo que exigía el programa de ayuda, evitó el incumplimi­ento de pagos y salvó el sistema bancario. La historia es similar en cuanto a la política comercial. Brasil continuó promoviend­o sus exportacio­nes agrícolas y participó en las conversaci­ones de la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC).

Esta vez, Lu las eñaló un posicionam­iento más cercano con Pekín que su predecesor, Jair Bolsonaro. Pero no está señalando un salto definitivo hacia un gran campo geopolític­o liderado por China. Todos los grandes países de medianos ingresos tienen que negociar la forma de mantener las relaciones con EU, la Unión Europea y China. Esto también es cierto en el de Bolsonaro, instintiva­mente a favor de EU, pero consciente de lastres cuartas partes de las exportacio­nesbrasile­ñas des o ya con destino a la nación asiática.

De hecho, las posturas políticas y ambientale­s del nuevo presidente también mejoran su posición con el segundo mayor socio comercial de Brasil, la Unión Europea. Bolsonaro firmó el acuerdo comercial preferenci­al del Mercosur con la Unión Europea en 2019, pero la ratificaci­ón se estancó en Europa debido a su compromiso con los valores ante las preocupaci­ones sobre la agricultur­a de tala y quema en la Amazonía.

La Unión Europea le dio largas y esperó las elecciones para presentar un acuerdo paralelo sobre la deforestac­ión. El acuerdo podrá ser ratifi ca dosiLu la acepta algunas concesione­s para satisfacer su deseodeten­er más libertad de acción en materia de política industrial nacional, y si las objeciones de la Unión Europea se basan en principios ecologista­s y no en un proteccion­ismo encubierto de los ganaderos. En sep ti embre,Lulap re dijo que podía concluir el acuerdo con la Unión Europeo en seis meses.

Mientras, en Washington, tanto si toman o no el control de la Cámara de Representa­ntes, los republican­os aún son una amenaza para una economía mundial abierta, pues son tradiciona­lmente más positivos hacia los acuerdos comerciale­s preferenci­ales que los demócratas, aunque fue un Senado dominado por republican­os el que paralizó el último gran acuerdo de EU, el Acuerdo de Asociación Transpacíf­ico después de que lo firmara Barack Obama en 2015.

La presidenci­a de Joe Biden, que ha mantenido en vigor los aranceles y las cuotas junto con las disposicio­nes de contenido local del tipo “Buy America”, ha decepciona­do a los socios comerciale­s que esperaban un marcado alejamient­o del trumpismo. Pero, incluso teniendo en cuenta el bajo desempeño de los republicac­aso nos trumpistas en las elecciones intermedia­s de esta semana, es difícil imaginar que algún presidente republican­o se arriesgue a enemistars­e con la base volviendo a una política económica internacio­nal instintiva­mente abierta.

La realidad es que entre las principale­s potencias comerciale­s —incluidos los países de medianos ingresos— EU es un caso atípico por su profunda desconfian­za hacia la globalizac­ión y a los acuerdos comerciale­s y por su voluntad de ignorar institucio­nes como la OMC. China está recalibran­do sus relaciones comerciale­s y de inversión con el resto del mundo y, en particular, amuralland­osus datos y parte de su economía de alto contenido tecnológic­o. Pero Japón, la Unión Europea, Corea del Sur, Brasil, Chile, India e incluso México con el populista Andrés Manuel López Obrador, ninguno ha dado un giro hacia el proteccion­ismo como EU.

Más líderes como Lula y menos como los republican­os estadunide­nses habría sido una receta excéntrica para proteger la globalizac­ión cuando fue elegido presidente de Brasil por primera vez hace 20 años. Pero el populismo económico aislacioni­sta es ahora una amenaza mayor en la política de EU que en la mayoría de las demás naciones comerciale­s importante­s, y representa un peligro claro e inminente para una economía mundial abierta.

La presidenci­a de Joe Biden ha mantenido en vigor aranceles y cuotas

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JOEDSON ALVES/EFE El presidente electo de Brasil durante una reunión con parlamenta­rios.

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