POLÍTICA ZOOM
El 7 de julio de 2016, en Pamplona, una chica de 18 años fue agredida sexualmente por cinco hombres; este caso fue retomado por Jordi Casanovas en la obra de teatro La Jauría que en México Ana Sofía Gatica hace una gran interpretación
“Follándonos a una entre los cinco. Jajaja. Todo lo que cuente es poco. Puta pasada de viaje. Hay video”.
EJosé Ángel P.
l jueves siete de julio de 2016, en Pamplona, Navarra, durante las fiestas de San Fermín, una chica de 18 años denunció haber sido agredida sexualmente por cinco hombres.
La violencia quedó registrada en más de un teléfono celular y esas imágenes fueron compartidas por los agresores dentro de un chat llamado “La manada.”
“Me fueron agarrando de las muñecas hasta que llegamos a una puerta … fue cuando empecé a sentir más miedo porque me vi rodeada por ellos”.
Las declaraciones están contenidas en el expediente judicial. Ese voluminoso documento es la materia con que el dramaturgo español Jordi Casanovas editó los diálogos de la obra de teatro La Jauría.
“Noté como me … quitaban el sujetador ... porque al ser sin tirantes simplemente había que quitar el clic y ya está”.
Ana Sofía Gatica hace una interpretación memorable de la única mujer dentro del elenco. Otros cinco actores representan a los victimarios, los abogados y los jueces.
Laaridezdelexpedientejudicial cobra poderosamente vida gracias a la intervención actoral sobre un hecho que efectivamente ocurrió ysobreunjuicioquecambióenEspañalostérminosdeldebatesobre la violencia sexual.
En La Jauría no hay ficción, solamente edición y una narrativa imparable que la directora mexicana Angélica Roger supo traducir magistralmente.
“Lo único que escuchaba era alguna que otra risa y recuerdo a uno diciendo ‘quillo,’ ‘quillo,’ me toca a mí”.
Durante hora y media sucede una colección feroz de la estupidez masculina y también los recuerdos femeninos desgarrados de la fiesta, las palmas, las bromas, el alcohol, las miradas, los tatuajes, el sudor, el semen y la desolación.
“Y hubo un momento en que uno de ellos se acercó hacia mí para darme un beso … yo no me eché para atrás porque no lo consideraba. Me iba a dar un beso y ya está …”
Aquellos hombres tuvieron sexo entre ellos y la usaron como medio para el intercambio de sus deseos. Un objeto desechable, vaciadodetodahumanidad.Ellaasegura que ninguno dijo su nombre.
“De repente se fueron … escalonadamente, pero muy rápido … Yo estaba desnuda, con los leggings bajados y la camiseta encima … Me puse el sujetador y me vestí, fui a buscar mi teléfono y es cuando me di cuenta de que me lo habían robado”.
De otro teléfono, a nombre de José Ángel P., partió después un mensaje rumbo al chat de “La manada”: “Follándonos a una entre los cinco. Jajaja. Todo lo que cuente es poco. Puta pasada de viaje. Hay video”.
Para aquellos hombres la víctima solo fue trascendente en tanto que trofeo digital sexualizado.
Aunque en la realidad la trataron como un pañuelo de papel arrojado al cubo de la basura después de una violenta masturbación colectiva.
La obra de Casanovas radicaliza los sentidos de la sexualidad masculina y obliga a preguntarse quién es uno dentro de esa envilecida manada. Sin complacencia, entrega perspectiva para quienes nacimos y nos educaLa mos en la cultura de la arbitrariedad machista.
La obra pronuncia lo obvio: el victimario es su cultura y esa cultura aniquila la humanidad de quienes son nuestras semejantes.
Durante el juicio los violadores repitieron una y otra vez no haber hecho nada malo. Ella quería, ellos querían y al día siguiente ella se arrepintió.
“El problema es que eran demasiado guapos (majos) declaró un pariente de los acusados”.
“El chico con el que yo iba había estado todo el rato andando, pues como que me comenzó a coger del hombro, de la cadera y yo empecé a sentir un poco incómoda”, refiere Ana Sofía Gatica, en el papel de la víctima.
Ninguno de los cinco consideró la transgresión. Dijeron que ella los deseaba, que el acto fue consentido, que nunca dijo que “no”.
Jauría es una obra que empodera la consciencia de todas las personas que la experimentan en la sala de teatro. Su directora, Angélica Rogel, y la actriz principal, Ana Sofía Gatica –junto con el resto del formidable elenco– logran que aquella madrugada de terror, durante los sanfermines del 2016, se vuelva parte del patrimonio de conjuros contra el horror.
La obra recrea igualmente el penosísimo trance en el que la víctima es interrogada frente al juez para corroborar el argumento de los victimarios.
Ella solo quería que aquello terminara. Cerró los ojos para soportar el paso de esa eternidad. Aquel cuerpo dejó de pertenecerle mientras ellos se desfogaban. Nada de todo aquello tuvo que ver con su deseo, nunca, en ningún momento.
Sin embargo, la defensa insiste con que ella se arrepintió de algo quenosoloconsintiósinoprovocó.
“Noté como otro me cogía de la cadera y me bajaba los leggings y el tanga. Tenía una mano aquí agarrándome para que le hiciera felaciones”.
Una mayoría de jueces coincidió con la valoración sobre el abuso sexual cometido por ese grupo de varones, pero razonó que, con todo, no podía hablarse de agresión sexual, porque ella participó “activamente” de la fiesta.
Se propasaron, pero no la violentaron,resumiólaprimerasentencia.
A partir del día siguiente el escándalo fue gigante. Movilizaciones masivas obligaron a profundizar el debate en los medios, en las casas, en las universidades y, finalmente, de nuevo en los tribunales.
El caso de “La manada” hizo que se revisaran las leyes en España para eliminar el concepto de abuso y dejar únicamente el de agresión sexual. Toda agresión es abuso, resumió el nuevo texto. También la ley fijó, a partir de entonces, el principio que hoy previene: “solamente sí es sí”.
La Jauría es una obra que revienta la cultura, no solo del victimario,sinodetodoslosintegrantes delamanada.CadavezqueAngélica Rogel pone a una actriz en escena hace explotar los tornillos y las rondanas del mecanismo patriarcal y con La Jauría su talento como directora vuelve a superarse.
Esta obra se representa todos los lunes a las 8:30 en el Foro Lucerna de la Ciudad de México. Después de experimentarla, el público tardará en dejar la sala. Han transcurrido ya seis días y yo continúo atornillado a la butaca. Una obra excepcional, a la vez inteligente, respetuosa y, paradójicamente, cargada de esperanza.
La obra del dramaturgo radicaliza los sentidos de la sexualidad masculina