La marcha de los despreciados
Un beso descomunal. La cara de ella gigantesca, sus pestañas como un tsunami negro caen sobre el párpado inferior y se entrecierran. Los enormes labios de él se acercan a ella, a nosotros, a ella, a nosotros. Nadie, desde el que estaba en primera fila hasta el que se sentaba en la última butaca se lo perdía. El beso más grande del mundo: colosal. Al alcance de todo aquel que lo quería mirar. Por eso decían que el Cine era el arte más democrático que existía. Nadie tenía que pagar más por ver el beso más de cerca. Nada más democrático que un close up y todos los boletos al mismo precio.
Y así como el Cine hizo a las estrellas democráticas; los productos, los bienes, los servicios comenzaron a hacerse también democráticos. Autos democráticos. Restaurantes democráticos. Telefonía democrática. Aerolíneas democráticas.
Moda democrática. Medicinas democráticas. Salsa para spaghetti democrática. Lo malo es que si todo es democrático, sucede que nada lo es o nadie lo nota o peor aún, nadie siente que lo debe defender, porque parece que ha estado ahí toda la vida. Como el cielo, como el aire. Como aquella frase que leí algún día y me derrumbó: “la democracia se ha devaluado a tal grado, que hasta la mercadotecnia la usa”.
Ojalátansolofueralamercadotecnia,perono.Eslavidamismademocratizándose.
Latecnologíacomoherramientafundamental para lograrlo. Peligrosa paradoja:
justo cuando el mundo se siente más democratizado es cuando más peligra la democracia misma. Y aún más, doble paradoja: son las redes sociales —el espacio más democrático, ese en el que se habla de tú a tú con quien sea—, en donde se siente más el peligro.
Nunca como hoy la democracia había corrido más riesgo. Nunca como hoy los antidemócratas habían estado tan de moda. Simple operación matemática. Rinde más polarizar que tolerar. La indignación vende, la paciencia solo paga por ver. Esa fue la apuesta de la semana pasada:
Esa fue la apuesta: un discurso antidemocrático para dividir y con ello lograr sumar
un constante discurso antidemocrático para dividir y con ello lograr sumar. Sin embargo, a alguien le salieron mal las cuentas.
La marcha de ayer fue un éxito en cualquier sentido de la palabra y en todas las ciudades más importantes del país. Lo habría sido aunque solo hubiera ido la mitad de la gente que fue, por eso se tratará de menospreciar. La clase media salió a manifestarse y, además de defender al INE, fue a protestar por el clasismo y el insulto con los que fue tratada. Sí, sí hay clasismo desde el poder.
Curioso error el del Presidente, el mismo por el que perdió en las dos pasadas elecciones presidenciales. Olvidar a la clase media. ¿Quién marchó ayer? Clasemedieros, aspiracionistas, olvidados, más todos los insultos que se sumen esta semana. La marcha de los despreciados.
Sin embargo, no hay remedio. Así de temeraria es la democracia, su definición exige que se permita que se atente contra ella misma. Autoritarismo, populismo, extremismo, eso y mucho más es lo que la democracia permite, por eso hay que cuidarla con tanto esmero, protegerla contra quién sea. Marchar ayer y marchar mañana.
La democracia como el aire, parece que han estado ahí siempre, pero puede ser que un día no estén.