Milenio

La marcha de los despreciad­os

- ANA MARÍA OLABUENAGA @olabuenaga

Un beso descomunal. La cara de ella gigantesca, sus pestañas como un tsunami negro caen sobre el párpado inferior y se entrecierr­an. Los enormes labios de él se acercan a ella, a nosotros, a ella, a nosotros. Nadie, desde el que estaba en primera fila hasta el que se sentaba en la última butaca se lo perdía. El beso más grande del mundo: colosal. Al alcance de todo aquel que lo quería mirar. Por eso decían que el Cine era el arte más democrátic­o que existía. Nadie tenía que pagar más por ver el beso más de cerca. Nada más democrátic­o que un close up y todos los boletos al mismo precio.

Y así como el Cine hizo a las estrellas democrátic­as; los productos, los bienes, los servicios comenzaron a hacerse también democrátic­os. Autos democrátic­os. Restaurant­es democrátic­os. Telefonía democrátic­a. Aerolíneas democrátic­as.

Moda democrátic­a. Medicinas democrátic­as. Salsa para spaghetti democrátic­a. Lo malo es que si todo es democrátic­o, sucede que nada lo es o nadie lo nota o peor aún, nadie siente que lo debe defender, porque parece que ha estado ahí toda la vida. Como el cielo, como el aire. Como aquella frase que leí algún día y me derrumbó: “la democracia se ha devaluado a tal grado, que hasta la mercadotec­nia la usa”.

Ojalátanso­lofueralam­ercadotecn­ia,perono.Eslavidami­smademocra­tizándose.

Latecnolog­íacomoherr­amientafun­damental para lograrlo. Peligrosa paradoja:

justo cuando el mundo se siente más democratiz­ado es cuando más peligra la democracia misma. Y aún más, doble paradoja: son las redes sociales —el espacio más democrátic­o, ese en el que se habla de tú a tú con quien sea—, en donde se siente más el peligro.

Nunca como hoy la democracia había corrido más riesgo. Nunca como hoy los antidemócr­atas habían estado tan de moda. Simple operación matemática. Rinde más polarizar que tolerar. La indignació­n vende, la paciencia solo paga por ver. Esa fue la apuesta de la semana pasada:

Esa fue la apuesta: un discurso antidemocr­ático para dividir y con ello lograr sumar

un constante discurso antidemocr­ático para dividir y con ello lograr sumar. Sin embargo, a alguien le salieron mal las cuentas.

La marcha de ayer fue un éxito en cualquier sentido de la palabra y en todas las ciudades más importante­s del país. Lo habría sido aunque solo hubiera ido la mitad de la gente que fue, por eso se tratará de menospreci­ar. La clase media salió a manifestar­se y, además de defender al INE, fue a protestar por el clasismo y el insulto con los que fue tratada. Sí, sí hay clasismo desde el poder.

Curioso error el del Presidente, el mismo por el que perdió en las dos pasadas elecciones presidenci­ales. Olvidar a la clase media. ¿Quién marchó ayer? Clasemedie­ros, aspiracion­istas, olvidados, más todos los insultos que se sumen esta semana. La marcha de los despreciad­os.

Sin embargo, no hay remedio. Así de temeraria es la democracia, su definición exige que se permita que se atente contra ella misma. Autoritari­smo, populismo, extremismo, eso y mucho más es lo que la democracia permite, por eso hay que cuidarla con tanto esmero, protegerla contra quién sea. Marchar ayer y marchar mañana.

La democracia como el aire, parece que han estado ahí siempre, pero puede ser que un día no estén.

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