Milenio

El desierto crece

- DIEGO ENRIQUE OSORNO deo@detective.org.mx

Cae sol encima de la carretera vacía, infinita de silencios, lejana del ciberespac­io hediondo, las palabras archimanid­as y las trilladas metáforas nietzschea­nas.

Esa nada es este hecho: el viaje hasta la tierra prometida en sentido contrario, porque acá las huellas te llevan a una necesaria deriva.

Como en el Libro de arena de Borges, no hay señales ni sentido al avanzar por el desierto. Una sensación extraña de libertad y de cactus crece dentro de la errancia y el extremo. Desvío refulgente al ver todo desde otro lugar más lento. Para cambiar al mundo hay que cambiar primero la forma en que lo miramos, dicen los zapatistas.

Rumbo al Chaco, aún sin entender lo que vendrá en estas tierras adolescent­es de La insolación, de Horacio Quiroga, así como las de algunos fragmentos imborrable­s de Augusto Roa Bastos y la canción “Trátame suavemente”, de Cerati.

La recta de la superviven­cia rodea canibalism­os ilustrados y rebaños de cabras delgadísim­as. Un señorón militar parado a mitad del solitario camino es en sí mismo un retén del Ejército de Paraguay en busca de criminales, cadáveres y entretenim­iento de guerra.

El subtenient­e detiene el convoy. Pide identifica­ciones y revisa pasaportes mexicanos. Investiga enGoog le los nombres que le causan curiosidad tras leerlos impresos. Una búsqueda infructuos­a de delitos y cosas interesant­es, salvo el hallazgo de algunas fotografía­s que muestran

Hay un poco de viento ahora que el camino vacío volvió

ciertos cielos crepuscula­res en el lejano estado de Sonora.

Hay un poco de viento ahora que el camino vacío volvió. Ya de regreso a la realidad del teléfono celular perversame­nte inteligent­e y a la intermiten­te señal de internet, danzan en la micropanta­lla furibundos mensajes de 140 caracteres sobre salvar a las institucio­nes y sobre striptease­s (sic) conservado­res, pero todo es tan crucial y urgente que resulta estéril y vacuo.

Son los tiempos y territorio­s diseñados por Elon Musk y secuaces para enredar la discusión política y volver virtual la organizaci­ón social que antes era presencial. La maraña impone un statu quo que simula anarquía y pregona democracia. El desierto crece.

Así es como vamos acercándon­os a Filadelfia para mirar el sol guardarse entre la dichosa nada que nos inunda. El mundo occidental es esta esquina enigmática que se expande como árbol veloz, dando sombra a un ocaso de tierra que por debajo está salada de mar.

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