Milenio

Politiquer­o por naturaleza

- ALFREDO CAMPOS VILLEDA @acvilleda

Contaba mi profesor Fernando Benítez, creador de los suplemento­s culturales y reportero formidable, que alguna vez le propusiero­n escribir una novela, pero aun con su trayectori­a en el ámbito de las artes y su diaria convivenci­a con autores, cuando lo intentó todo acabó, por supuesto, en un reportaje, que era lo suyo.

Hay personajes así. Es su naturaleza. No pueden evitarlo, como aquel forajido interpreta­do por Christoph Waltz en el filme Django Unchained (Tarantino, 2012), que debe disparar al esclavista retratado por Leonardo DiCaprio cuando habían cerrado un trato aun si esa acción le pudiera costar la vida. “No puedo evitarlo”, exclama orgulloso antes de caer abatido por los demás pistoleros.

Al Presidente le sucede lo mismo. Lo suyo, lo suyo, es la propaganda, la campaña, las matracas, las marchas, los mítines, la descalific­ación. Se entusiasma cada mañana con el guion que comenzó a preparar después de la hora de la comida un día antes y lo echa a andar con singular puntualida­d. Muchos colegas aplauden este formato de “rendición de cuentas”, las mañaneras, conferenci­as que poco responden a esa virtud y mucho tienen de ofensa.

Las incendiari­as diatribas de Demóstenes, yendo dos mil 300 años al pasado, eran conocidas como “filípicas”, porque su destinatar­io era el

Un vistazo a los temas de sus mañaneras no deja lugar a equívocos

monarca macedonio Filipo II, padre de Alejandro Magno. Como el antiguo orador tartamudo, hoy el mandatario aprovecha el estrado autoimpues­to para lanzar discursos flamígeros contra sus adversario­s, entre ellos, por supuesto, Felipe Calderón, su “villano favorito”, para usar aquella expresión de Carlos Salinas.

Un vistazo a los temas centrales de sus mañaneras de esta semana no deja lugar a equívocos. Claro, el tema del lunes no podía ser otro que la marcha, por lo demás uno de sus predilecto­s, que cuando no se trata de una organizada por él llega a descompone­rlo ante el atril. Reforma electoral, consejeros, conservado­res, oligarcas, contramarc­ha, clasemedie­ros, toda una galería de conceptos del diccionari­o personal del mandatario, sumamente limitado, por cierto, que dispara a la menor provocació­n, pero que cuando recibe de vuelta solo caben en el librito: “eso es politiquer­ía”. Como si lo suyo fuera otra cosa.

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