POLÍTICA ZOOM
No transcurrieron ni diez días cuando recibí la amenaza; he tomado la decisión de denunciar ante instancias oficiales el contenido de ese mensaje y también acudo a la opinión pública para que quede registro sobre el proceder de “la jefa”
Debo haber leído el mensaje más de cien veces. Cada vez queriendo creer que la amenaza no es grave, que son solo las palabras de un farsante; pero cada vez el texto me devuelve la misma sensación angustiosa.
Llegó esta semana a través de mi teléfono. No hay manera de rastrear su origen, mucho menos de dar con el autor. Quien lo envió es un profesional del terrorismo.
“Dile que se calle y lo del parke sera un cuento de sus adas madrinas. Yicardo no puede cuidar a todos y menos a usted K no eres nadie … Sus putos lentes rojitos se los va a comer si sigue radiandole … (A)viso 2 de la jefa y si vas con la autoridad mas vale que se cuiden todos”.
Cada término ahí enunciado tiene un significado preciso: el parque, el recado de “La jefa,” el silencio exigido y la instrucción para no acudir ante la autoridad; incluso lo tiene el dibujo infantil de los aros rojos al final del texto.
No hay duda de quién es la persona detrás de esta comunicación: “la jefa” sería Isabel Miranda Torres.
Si algo aprendí durante la investigación realizada sobre este personaje es que ella, junto con su hermano Roberto Miranda, son capaces de cometer las peores arbitrariedades.
La referencia al episodio del “parque” tiene que ver con un hecho ocurrido hace dos semanas, el sábado 5 de noviembre. Aquel día, hacia las 11:00 AM, me di cita con un grupo de mujeres, cuya edad promedio supera los sesenta años, en la esquina que hacen la calle Michoacán y la avenida Tamaulipas, en la colonia Condesa de Ciudad de México. El propósito era recorrer juntos los casi 500 metros que separan al punto de encuentro con el Foro Lindbergh, ubicado en el corazón del Parque México.
No habíamos andado ni dos minutos cuando un grupo de sujetos nos impidió transitar. La mayoría llevaba el rostro oculto. Aquel penoso trance quedó registrado en una transmisión a través de Instagram y Facebook donde las víctimas de esta agrela sión documentamos lo sucedido en tiempo real.
Entre las personas que enfrentamos esta barricada humana iba Enriqueta Cruz, que es la madre de Brenda Quevedo Cruz, y también Luis Carrillo, tío de Albert y Tony Castillo Cruz. Los tres han sido acusados de cometer un delito que ellos llevan diecisiete años negando, sin haber sido sinceramente escuchados.
Todos teníamos la intención de visitar la exposición “abierta al público” que la señora Miranda inauguró el día previo en el Foro Lindbergh, a propósito de su hijo Hugo Alberto León Miranda.
Siendo este caso uno que ha merecido cuatro años de mi investigación, tenía interés fundado para conocer los argumentos –si es que pudiera haber alguno nuevo– expuestos en ese sitio.
En su caso, el propósito tanto de Enriqueta como de Luis era hacer acto de presencia para defender, una vez más, la inocencia de sus familiares. Como dice Luis, “si tuviéramos alguna duda sobre culpabilidad de mis sobrinos, hace tiempo que habríamos dejado de pelear”.
En redes sociales hubo quien consideró este intento por visitar la exposición como un acto de provocación. En todo caso, la provocación corrió a cargo de la señora Miranda quien, en vez de defender su versión dentro de los tribunales, ha gastado una fortuna para condenar a los imputados a partir de una campaña de publicidad desplegada en medios electrónicos y espectaculares, nunca vista en el país.
Ni Enriqueta ni Luis cuentan con los recursos para combatir los dichos falsos que han sido colgados en más de 50 anuncios gigantescos, ubicados en las principales avenidas de la ciudad. En cambio, sí hallaron condiciones para disputar las mentiras expuestas por la señora Miranda en ese parque público, debido a que este nuevo montaje –según la invitación– estaba abierto a quien quisiera visitarlo.
En la realidad nunca pudimos llegar al Foro Lindbergh. Cada vez que intentamos avanzar se sumaron más individuos instruidos para amedrentarnos con su fuerza física. En algún momento intervino la policía, pero para ayudar a los golpeadores. Una agente preguntó por qué nos interesaba el caso Wallace y qué tenía que ver ese asunto con aquella colonia. Respondimos que en ese barrio la señora Miranda había instalado una exposición que queríamos visitar y por eso pedíamos que se nos garantizara el derecho al libre tránsito; pero de nada sirvió.
Un tanto frustrado intenté apresurar el paso con el propósito de salvar la avenida Nuevo León, pero, con el zigzag de la carrera para burlar a los sujetos que cerraban el paso terminé sufriendo un dolorosísimo desgarre muscular en la pierna izquierda que aún no logra sanar.
Ante la imposibilidad de proseguir decidimos retirarnos. Sin embargo, a manera de protesta, se subieron a las redes varios videos donde quedó registro de aquel infame desplante. Reclamamos a través de distintos medios a la alcaldesa de Cuauhtémoc, Sandra Cuevas, y al resto de las autoridades cómplices del atropello.
No transcurrieron ni diez días de aquello cuando recibí la amenaza donde se me exige silencio. Contrario a lo que ahí se ordena, he tomado la decisión de denunciar ante instancias oficiales el contenido de ese mensaje y también acudo a la opinión pública para que quede registro sobre el proceder de “la jefa”.
Lo hago así, mientras me interrogo si hubiese un mejor curso de acción. Asumo que la violencia vivida en el país es de tal magnitud que esta amenaza concreta se perderá entre las miles que ocurren todos los días. Tampoco es distinta la impunidad que protege a Isabel Miranda respecto de los arreglos inconfesablemente corruptos que, en México, benefician a muchos otros victimarios.
Sin embargo, en este contexto me respondo que, como periodista, únicamente tengo a mi alcance las armas del periodismo para defender a los míos y a mí mismo. Por eso el atrevimiento de utilizar esta página de mi casa, MILENIO, para presentar la única denuncia pública que realmente tendrá valor y consecuencia respecto de estos hechos.
Estoy convencido de que el caso Wallace habría de litigarse y resolverse en los tribunales del Poder Judicial, concretamente dentro de la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Sin embargo, la señora Miranda tiene un punto de vista distinto. Esta persona litiga con su fortuna económica, con sus espectaculares, con sus golpeadores y con alguna prensa a la que le paga muy bien para que repita –sin contrastar fuentes y sin modificar una sola coma de sus parlamentos– las mismas mentiras y fabricaciones que ella lleva difundiendo desde hace más de tres lustros.
A partir de ahora he decidido hacer un voto de silencio respecto al caso Wallace, de aquí a que la Primera Sala resuelva el amparo de Juana Hilda González Lomelí. Mientras tanto, continuaré con la redacción del libro donde documento con rigor y solvencia las torceduras de este voluminoso expediente, así como las razones detrás de una de las mentiras más alucinantes en la historia judicial mexicana. Cabe advertir que todo está previsto para que en ningún escenario pueda impedirse la divulgación de esta investigación periodística.