Milenio

“Riders on the Storm”

- JORDI SOLER

Hace medio siglo Jim Morrison y los Doors enviaron un mensaje que sigue palpitando en la canción “Riders on the Storm”. Somos esos jinetes porque nacimos en un mundo tormentoso (into this house we’re born), o más bien fuimos despiadada­mente arrojados aquí (into this world we’re thrown), lo cual no es propiament­e nacer, sino caer.

Nuestro origen es la caída, canta Morrison desde una altura bíblica y luego cae él mismo al sustanciar ese accidente en dos figuras poéticamen­te paupérrima­s: por la caída nos hemos quedado descolocad­os como un perro sin su hueso (like a dog with out a bone), y como un actor sin escenario (an actor out on lone), dos imágenes que juntas forman no un asidero para la reflexión sino una extravagan­te pedorrera.

Pero esta indigencia poética levanta el vuelo en el siguiente verso: hay un asesino en el camino (there’s a killer on the road), para inmediatam­ente después volver a caer cuando determina que el cerebro de ese killer (¿cómo lo supo?) se retuerce ¡como un sapo! (squirmin’ like a toad).

Esto sinceramen­te, por más que ensancho el campo semántico, no lo entiendo pero, para librar al sapo de tan atroz metaforón, cito a Juan José Arreola: “el salto (del sapo) tiene algo de latido, viéndolo bien, el sapo es todo corazón”.

No nos distraigam­os de la imagen principal, de ese jinete bajo la tormenta que efectivame­nte somos, pues vamos por la vida sin ver hacia donde vamos porque el chaparrón emborrona permanente­mente el horizonte, la cueva y la casa, la domus no es más que una ilusión porque en realidad, nos dice Morrison, vivimos siempre a la intemperie y estamos siempre amenazados por ese killer que nos espera más adelante en el camino.

Somos esos jinetes, estamos jodidos y la Tierra no es la Pachamama sino el salvaje farwest, lo único que puede salvarnos es esa mujer, o su metáfora, que nos toma de la mano (take him by the hand), y nos hace entender (make him understand) que mientras estemos con ella nada malo va a pasarnos (our life will never end), y luego viene el tecladito, el plácido estribillo, el sosiego de ver llover con ella.

Fuimos despiadada­mente arrojados aquí, lo cual no es propiament­e nacer, sino caer

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Nuestroori­geneslacaí­da,cantaMorri­son.AP
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