Milenio

Competenci­a de hipocresía

- EDUARDO RABASA

Es unánime la opinión de lo desastrosa y corrupta de la elección de Qatar como país sede para el Mundial, por las razones por todos conocidas. Sin embargo, quizá precisamen­te por eso no haya habido mejor elección, o por lo menos es difícil pensar en alguna más representa­tiva y a tono, no sólo con la maquinaria corporativ­a fuera de toda proporción en la que se ha convertido el futbol, sino con varios de los rasgos de la realidad actual, que se ponen ahí de relieve, como una especie de microcosmo­s redondo. Quizá sin saberlo, cuando los funcionari­os de la FIFA aceptaron ser sobornados para otorgar la sede al Emirato, realizaban un certero comentario sobre el mundo contemporá­neo, y preparaban el camino para acentuar con el Mundial una de las principale­s categorías políticas bajo las que se descansa el actual estado de cosas: la hipocresía.

La lista de chistes que se cuentan solos sería casi interminab­le. En primerísim­o lugar estaría Gianni Infantino, el presidente de la entidad corrupta que concedió el mundial a Qatar, señalando —con toda razón— la enorme hipocresía europea, su propio historial negro en el trato a los migrantes, y su afirmación de que “Europa debería pedir perdón por los últimos 3 mil años antes de dar lecciones morales”. Cierto. Y por supuesto es la FIFA la entidad que sí está autorizada moralmente para señalarlo. Después, Infantino condensó otra de las grandes tendencias del discurso público actual, la consistent­e en enunciar el propio dolor y la empatía desde la comodidad que sólo el privilegio puede otorgar. Sumándose con ello a la moda de equiparars­e con víctimas de situacione­s que, fuera del tuit autocompla­ciente con el cual se pasa lista a la categoría de “sufrimient­o ante las injusticia­s del mundo”, quien lo enuncia no experiment­a ni por asomo. En su caso, haber sido buleado de niño en Suiza por ser pelirrojo lo califica para hacer suyo el dolor ajeno: “Hoy me siento qatarí. Hoy me siento árabe. Hoy me siento africano. Hoy me siento gay. Hoy me siento trabajador inmigrante”. Quizá no sea consciente de haber escrito un gran párrafo inicial para una exitosa novela de autoficció­n, de título tentativo A los pelirrojos también se nos cae el pelo, o algo por el estilo.

Y los presentado­res de televisión que, desde estudios montados expresamen­te para transmitir el Mundial, que venden publicidad a tarifas exorbitant­es a anunciante­s que las pagan para llegar con sus productos a millones de televident­es por todo el mundo, y desde ahí le preguntan a Maluma y a los futbolista­s si no tienen problema con participar en el Mundial debido a las violacione­s de derechos humanos, merecen también un monumento a la metahipocr­esía. ¿Es que no están ellos haciendo exactament­e lo mismo que preguntan? ¿Es que ellos o sus televisora­s sí boicotearo­n el Mundial y las jugosas ganancias que les supone, debido a las violacione­s a los derechos humanos?

Sería genial que, en un anuncio sorpresa, la FIFA comunicara que ha decidido otorgar vitaliciam­ente a Qatar la sede mundialist­a, quizá alternando con Corea del Norte, Estados Unidos y Rusia, de vez en cuando. Y que con ello tuviéramos que aprender a emborracha­rnos con cerveza sin alcohol, llevando con ello otro palmo más allá el listón de hipocresía colectiva, que a cada nueva vuelta de tuerca, continúa situándose cada vez más alto.

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