Milenio

En el retiro

- LUIS MIGUEL AGUILAR

Desde el Mundial Inglaterra 1966 he jugado futbol organizada­mente, desde ligas infantiles de la escuela y el barrio, a la Liga Interclube­s cuando joven, a torneos de oficina, a ligas de edad libre y de veteranos en un club deportivo. Organizada­mente significa: con uniformes, árbitros y registros. Volteo a mi último Mundial en tal cariz: habrá sido Rusia 2018. Habría llegado a Qatar 2022 pero este mayo me descubrier­on una lesión interna en el fémur y el médico me ha prohibido jugar bajo riesgo de fractura. Retomo un texto que publiqué bajo el título “Para el retiro” y puesto en tercera persona; le pongo aquí el título ya más adecuado y lo pongo también en primera persona, tal y como fue escrito en un principio.

En el retiro. Fue para mí lo que para Borges

Habría llegado a Qatar 2022 pero este mayo me descubrier­on una lesión interna en el fémur

la vejez: álgebra, espejo, la inminencia de saber quién sería.

Ahí supe que podían odiarme, que temía y podían temerme: avancé contra el enemigo, y era yo mismo.

Supe ahí que para ganar tenía que ganarme a mí mismo.

Supe lo que era temer por mí; supe lo que era temerme a mí mismo.

Fue para mí la lección de los Argonautas de Seferis: si un alma quiere conocerse a sí misma en un alma ha de mirarse: al extranjero y al enemigo lo vimos en el espejo.

O bien fue para mí lo que la aparición de los hombres en la isla de Crusoe: los temí más cuando no aparecían; cuando por fin llegaron —y resultaron peores que mis miedos—, les hice frente ya sin miedo.

Fue para mí la lección de bovarismo: supe que no debía buscar manzanas en los naranjos.

Fue para mí lo que aquella divisa en cierta espada de la nobleza italiana inscrita en línea escueta: “Se il cor ti manca, non ti fidar in me”: supe que no sólo el corazón: si el talento también me faltaba de nada, ya, la espada serviría.

Fue para mí lo que Trueno sobre Cielo en el I Ching: supe que en los dedos de los pies residían toda la fuerza y toda la debilidad —o todo el poder y todo el posible desvanecim­iento— del mundo.

El futbol fue para mí lo que el mar para Conrad: ahí supe quién era.

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