Las mil y una noches
Todo resultado tiene dos lecturas: Argentina perdió con Arabia Saudita o los árabes vencieron a los argentinos. La primera lectura nos dice que el futbol es un juego de historias, hazañas y sorpresas; la segunda, nos dice que en el futbol como en cualquier deporte, gana el que mejor lo juega: por primera vez en mil noches Arabia Saudita jugó mejor al futbol que Argentina. Esa noche del estadio de Lusail, la mil y una, llegó en pleno Mundial, con el mejor del mundo en la cancha y con el mundo esperando ver una goleada descomunal.
En esta columna lo hemos dicho muchas veces: la Copa del Mundo es un torneo muy pequeño hecho de noches muy grandes.
Todas las noches de los últimos meses nos señalaron, mencionaron y repitieron el apellido Lewandowski hasta el cansancio: “cuidado con Lewandowski”, “ahí viene Lewandowski”, “ojo con Lewandowski”; con ese mantra, la televisión rellenó su programación con la figura de un gigante al que México debía temer.
Pues bien, Lewandowski, con sus 1.84 de estatura, sus 76 goles con Polonia y su monstruosa trayectoria, salió al campo del “974” en la fecha y hora señalada, y al minuto 57, falló un penalti. Noches enteras, ríos de tinta y millones de datos, gastamos mirando, escuchando y leyendo sobre el miedo a Lewandowski. Al final, la noche era de Ochoa, el hombre que no teme a los Mundiales.
Hace algunas noches, Guillermo Ochoa habitaba en los oscuros foros de las redes donde se descuartizan jugadores, se acribillan deportistas y se golpean personas desde el reino de la cobardía y el trono del anonimato: un comodísimo sillón. Los ciudadanos de las redes sociales olvidaron que las manos de este portero habían rescatado a millones de mexicanos.
Pero la memoria, como la paciencia, la reflexión y la serenidad, no son compatibles con el perecedero mundo digital. Una afición con buena memoria es una mejor afición, en la memoria se encuentra el respeto.
Al final, la noche era de Ochoa, el hombre que no teme a los Mundiales