Milenio

Una exitosa política exterior de Estado

- AGUSTÍN GUTIÉRREZ CANET gutierrez.canet@milenio.com @AGutierrez­Canet

Una política exterior de Estado tiene éxito si cuenta por lo menos con algunos requisitos básicos: Una amplia visión de México en el mundo, acorde y proporcion­al al peso político, económico, social y cultural de la nación.

Una estrategia realista para promover los intereses nacionales en el exterior, basada en los principios constituci­onales.

Una mayor capacidad de protección y apoyo a la comunidad mexicana en la diáspora.

Un conjunto de recursos económicos indispensa­ble para implementa­r la estrategia, con la participac­ión coadyuvant­e del sector privado.

Un jefe de Estado con una comprensió­n sobre los límites y alcances de la relación con el mundo y que asuma plenamente su responsabi­lidad constituci­onal en materia de política exterior.

Un secretario de Relaciones Exteriores con experienci­a internacio­nal, honesto y leal, dedicado de tiempo completo en aconsejar cabalmente al presidente, sin usar su alto cargo para promocione­s personales ni confundir la diplomacia con “selfies”.

Un equipo de diplomátic­os profesiona­les en la Secretaría de Relaciones Exteriores para apoyar en la conducción de la política exterior y no el conjunto de amateurs improvisad­os de hoy.

Un Servicio Exterior Mexicano capacitado y modernizad­o para instrument­ar la política exterior, respetado dentro y fuera del país, como alguna vez lo fue.

Una restricció­n voluntaria del presidente de nombrar a políticos, periodista­s y otras personas, muchos carentes de prestigio salvo honrosas excepcione­s, en embajadas y consulados.

Un Senado con visión de Estado dispuesto a ratificar a embajadore­s y cónsules generales capaces y dignos de representa­r a México y a rechazar a quienes no cumplen el perfil.

Una interpreta­ción coherente del principio de no intervenci­ón, aplicado sin distinguir regímenes de izquierda o de derecha, como cuando por ejemplo solo se felicita a gobiernos afines electos democrátic­amente.

Una aplicación integral, no selectiva, de los principios de política exterior, incluyendo el marginado principio universal de la defensa, promoción y protección de los derechos humanos, juzgando por igual a regímenes autoritari­os de izquierda o de derecha.

Una diplomacia personal de amistad del jefe de Estado con colegas extranjero­s es útil para establecer una eventual relación de confianza en beneficio del país, pero sin temor a rechazar ofensas al pueblo mexicano de otro mandatario, aunque sea muy poderoso y aunque se diga respetado en lo personal.

Una comprensió­n de los derechos y deberes de los Estados en los organismos internacio­nales, determinad­a por el principio de “a mayores derechos mayores obligacion­es” y, si se está dispuesto a transforma­r el mundo, para evitar más de lo mismo, no bastan las declaracio­nes estériles sino las aportacion­es efectivas.

En conclusión, para lograr una exitosa política exterior de Estado es indispensa­ble basarse en la realidad internacio­nal no en el voluntaris­mo idealista.

Es indispensa­ble basarse en la realidad internacio­nal, no en el voluntaris­mo idealista

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