Milenio

Protestas desafían a Pekín y su política de covid cero

Ciudadanos marchan en diversas regiones en contra de las restriccio­nes impuestas por las autoridade­s

- LUCAS DE LA CAL SHANGHÁI

Algunas veces, una tragedia basta para despertar a un pueblo del largo letargo. Cuando los ojos ya están bien abiertos y la paciencia despedazad­a por un gobierno que, tirando de patriotism­o y jugando con el miedo, ha hecho y desecho a su antojo durante los últimos tres años, un simple acto de desafío es suficiente para enfocar un relato crítico que suma cada vez más adeptos y que se contagia por todas las esquinas. Esto es lo que ocurre en China.

Desde el comienzo del Mundial no ha hecho más que avivarse el enfado de los ciudadanos chinos contra la inmutable política nacional del covid cero que ha impulsado el gobierno bajo el pretexto de que, si el país abriera sus puertas al virus y aprendiera a convivir con él como en Occidente, habría cientos de miles de muertos.

Pero el fuego de la región de Xinjiang prendió la mecha de las mayores protestas sociales que se han visto en el gigante asiático en mucho tiempo: un incendio en un bloque de viviendas de Urumqi, capital de Xinjiang, donde murieron 10 personas, desató una furia en línea que ya ha saltado de la red a muchos rincones del país.

Según los relatos de varios testigos, las restriccio­nes de la política de covid cero, con edificios sellados y urbanizaci­ones bloqueadas, impidieron que las víctimas escaparan de las llamas en sus casas y que los bomberos llegaran a tiempo.

Urumqi también se llama la calle de Shanghái donde en la madrugada del domingo una marabunta de jóvenes sorprendió organizand­o una vigilia por las víctimas del incendio. “Queremos libertad”, gritaron al unísono. Muchos, con la cabeza agachada en señal de duelo, sostenían hojas blancas queriendo mostrar, como ellos lo llamaron, un nuevo símbolo de la “revolución del pueblo”.

Cada vez más agentes de policía fueron rodeando la protesta pacífica que ocupaba una estrecha calle en la próspera y céntrica área de la Concesión Francesa, muy cerca del Instituto Cervantes. Eso encendió a muchos manifestan­tes, que comenzaron a lanzar gritos apuntando directamen­te al gobierno chino.

“No a la dictadura, queremos democracia. No necesitamo­s un dictador, queremos derecho a votar”, fue uno de los eslóganes durante la noche. En China no se escuchaban abiertamen­te estas frases desde antes de que Xi Jinping llegara al poder, hace justo 10 años. “Abajo Xi Jinping, abajo el Partido Comunista”, gritaron también.

Por las víctimas de Urumqi se ataron varios ramos de flores junto a un poste de luz que está justo al lado del letrero con el nombre de la calle —Wulumuqi Road, llamada Urumqi en mandarín—. Pero los agentes también retiraron el santuario floral y dispersaro­n a empujones a los manifestan­tes cuando estos se animaban a gritar.

El país va acumulando confinamie­ntos a la par que protestas: en la capital, Pekín, en algunos barrios los vecinos han roto los bloqueos y han desfilado cargando contra las medidas extremas.

Lo mismo en Chongqing, al oeste, y en Guangzhou, al sur. Hasta se han organizado manifestac­iones los residentes de ciudades como Wuhan y Lanzhou, en el centro y en el norte del país, donde no se han decretado cuarentena­s masivas como en otros rincones.

Y no hay que olvidarse de las protestas laborales, empujadas también por las restriccio­nes anticovid y que acabaron en enfrentami­entos con los antidistur­bios, que llevan estallando todo el mes en una fábrica de iPhone en Zhengzhou, ciudad que fue completame­nte confinada.

En China no se escuchaban abiertamen­te estas frases desde antes de que Xi llegara al poder

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REUTERS Con hojas blancas, manifestan­tes salieron a las calles.
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