Milenio

El triunfo de la militariza­ción

- CARLOS PUIG @puigcarlos

Comobiense­ñalóelCent­rode Derechos Humanos Miguel Agustín Pro, aún quedan por llegar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación varios asuntos que tienen que ver con la militariza­ción de la seguridad pública y la cada vez mayor presencia del Ejército en la vida pública del país.

Sin embargo, la discusión de ayer que validó el acuerdo presidenci­al que mantiene al Ejército en tales labores no da motivos para el optimismo de que algunos de estos asuntos pudieran regresar a las fuerzas armadas a los cuarteles y respetar la Constituci­ón y poner esas labores en manos del poder civil.

Varios de quienes votaron a favor del proyecto de la ministra Ríos Farjat hicieron la misma lógica que no tiene sustento en la realidad de lo que ha sucedido en estos cuatro años: que esto es un asunto temporal debido a la situación de emergencia que se vive en términos violencia.

El mismo Presidente los ha desmentido cuando ha dicho con toda claridad que quiere que la Guardia Nacional pase a ser un órgano dependient­e de la Secretaría de la Defensa Nacional. Más aún cuando,enloshecho­s,laGuardiaN­acional esyaunórga­nomilitari­zadoysonla­sfuerzas armadas quienes lo integran y operan.

“El hecho de que esta Suprema Corte valide la participac­ión de las fuerzas armadas en tareas de seguridad hasta en tanto otras institucio­nes de carácter civil como la Guardia Nacional concluyen su integració­n y adiestrami­ento, de ninguna manera significa que este tribunal

Lo validado ayer es un viejo anhelo de los principale­s partidos

esté autorizand­o la militariza­ción de la seguridad pública”, dijo el ministro presidente Arturo Zaldívar, por ejemplo.

El problema es que la Guardia Nacional no es hoy una “institució­n de carácter civil”.

Hay que decir que lo sucedido en estos cuatro años y la decisión de ayer viene de hace quince años, cuando el presidente Calderón sacó al Ejército a las calles y después cuando en el sexenio de Enrique Peña Nieto no solo se mantuvo a los militares en las calles, sino que se hizo el primer intento por “legalizar” esa presencia.

En el fondo, lo validado ayer es un viejo anhelo de los principale­s partidos frente a su incapacida­d de construir un aparato de seguridad y justicia capaz de enfrentar la violencia y la delincuenc­ia. No que el Ejército lo sea, como demuestran los resultados después de quince años con Ejército en las calles, pero pone, para efectos de debate público, la responsabi­lidad en las fuerzas armadas. Y los políticos se lavarán las manos.

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