Las gafas de otros

Los libros nos recuerdan que somos seres muy peculiares. ¿Por qué encontramos tanto placer en explorar mundos imaginarios? ¿Qué nos atrae hacia todos esos relatos donde se cuentan hechos que no han sucedido y que son solo invenciones? Algunos científicos opinan que leer es una ampliación del juego infantil y, como los demás juegos, nos prepara para la vida.

Los lectores se acostumbran a mirar con el ojo de la mente la amplitud del mundo y la enorme variedad de situaciones y personas que lo pueblan, por eso sus ideas son más ágiles y su imaginación, más iluminadora. Además, cuando leemos salimos de nosotros mismos. Nos proyectamos con total libertad y a nuestro antojo en los personajes de una historia. La perspectiva de ser transitoriamente personas diferentes resulta muy atractiva para nuestra permanente curiosidad. Todos queremos ver por otros ojos, pensar con otras ideas y sentir otras pasiones. La magia consiste en suplantarlos del todo, en ponernos las gafas de otros y observar lo que se ve a través de ellas, deslizándonos en los placeres, los terrores o las ambiciones que va descubriendo esa mirada. Y lo mejor es que esta fantástica operación se ejecuta en el recinto seguro de la imaginación. Así, casi sin darnos cuenta, aprendemos a comprender mejor a los demás y también el permanente conflicto de intereses que se da en el trato humano. En definitiva, gracias a ese salto podemos corregir errores de perspectiva, sacudirnos nuestro provincialismo y curar el aislamiento. Muchas veces, para sacar lo mejor de nosotros, necesitamos ser otros. *Autora de El infinito en un junco