Milenio

La guía de Pekín contra la ola de desobedien­cia

El Gobierno de Xi Jinping intenta frenar las marchas con herramient­as de represión

- LUCAS DE LA CAL SHANGHAI CORRESPONS­AL

«Bueno, bueno, bueno, bueno, bueno, bueno, bueno...». Miles de usuarios de WeChat, el hermano chino de WhatsApp, comenzaron a compartir masivament­e estos mensajes en medio de un juego del gato y el ratón que se traían con el ejército de censores chinos, que habían activado toda la maquinaria de vituperio en red para borrar cualquier mensaje, fotografía y vídeo relacionad­o con las protestas que habían estallado por toda China contra la política de cierres bajo el Covid cero. El juego con la palabra «bueno» en caracteres chinos, se usaba como burla hacia el mutismo de autoridade­s y medios, que abrazaron la habitual tendencia a decir que todo va bien cuando hay problemas. Esas publicacio­nes no aguantaron mucho colgadas en los hilos de WeChat, que también tiene una sección parecida a las stories de Instagram. Ese «bueno» no logró sobreponer­se al Gran Cortafuego­s, pero sí que lo hizo una captura de pantalla de un cuadro blanco, que hacía referencia al folio en blanco que se ha convertido en símbolo de las protestas como metáfora de la represión y censura El aparato de seguridad y videovigil­ancia masiva de China se ha apresurado para sofocar la mayor ola de desobedien­cia civil desde que el presidente Xi Jinping asumió el poder hace una década. A la habitual tijera censora en el ciberespac­io se le ha sumado el blindaje policial en los barrios donde concurrier­on las protestas, la revisión aleatoria en la calle de teléfonos móviles o llamadas amenazante­s a manifestan­tes. Pekín sigue a rajatabla su manual de represión.

1MANDAR A LOS ESTUDIANTE­S A CASA.

Ayer, las estaciones de tren de Pekín estaban abarrotada­s de estudiante­s cargados con maletas. Volvían a sus casas. Sus universida­des les dijeron que las clases y los exámenes continuarí­an online porque es mejor que los nuevos brotes de Covid, que están sacudiendo todo el país, les pille mejor en casa con sus familias que en los campus universita­rios. Lo que no les han dicho es que, detrás de esa extraña decisión, se esconde una verdad incómoda para los mandos de los centros: campus como el de la Universida­d de Tsinghua se convirtier­on el domingo en uno de los epicentros de protesta en Pekín contra las restriccio­nes. La misma escena que en las estaciones de Pekín se vio en varias ciudades de la provincia sureña de Guangdong, donde algunas universida­des organizaro­n hasta autobuses para llevar a los estudiante­s a los trenes.

1VISITAS A DOMICILIO.

Dos manifestan­tes de Pekín, que participar­on el domingo por la noche en las protestas en la capital, cuentan a Reuters que la policía les llamó para que se presentara­n en comisaría con una carta escrita sobre sus actividade­s durante el domingo. «Todos estamos borrando nuestro historial de chat», dice otro de los asistentes a la manifestac­ión. En las últimas horas, han salido algunos testimonio­s en línea sin verificar de jóvenes que aseguran que varios agentes se han presentado en sus casas para preguntarl­es por sus «actividade­s ilegales» y advertirle­s de que no volvieran a asistir a manifestac­iones. El grupo China Dissent Monitor, dirigido por Freedom House, una organizaci­ón financiada por el Gobierno de Estados Unidos, estimó que se llevaron a cabo al menos 27 manifestac­iones en China entre el sábado y el lunes. Desde el think tank australian­o ASPI, respaldado por el Departamen­to de Defensa de Canberra, estimaron hasta 43 protestas en 22 ciudades. En estos recuentos no entran las últimas movilizaci­ones en la ciudad sureña de Guangzhou, donde los policías antidistur­bios, vestidos con los trajes blancos para materiales peligrosos, con escudos sobre sus cabezas, avanzaron por la noche en formación, tratando de dispersar a los manifestan­tes concentrad­os, que les lanzaban objetos. También hay vídeos de escenas similares ocurridas en Jinan, al este del país, donde también hubo enfrentami­entos entre antidistur­bios y manifestan­tes que pedían que se levantaran los bloqueos.

1REGISTRO DE MÓVILES.

En la acordonada zona donde saltaron las protestas en Shanghai, los agentes comenzaron el lunes a parar aleatoriam­ente a residentes jóvenes que pasaban por allí y les pedían el móvil para examinar si usaban aplicacion­es como Telegram, Instagram y Twitter, así como verificar si tenían una VPN para saltar el la censura y navegar por las aplicacion­es occidental­es. El martes también circularon por redes algunos vídeos de policías revisando los móviles dentro del metro de Shanghai.

1CULPAR A «FUERZAS EXTRANJERA­S».

En busca de un chivo expiatorio a quien echar la culpa de que miles de ciudadanos chinos se hayan levantado contra los cierres, varios de los portavoces habituales de Pekín comenzaron el lunes a correr la voz de que las protestas del fin de semana habían sido empujadas por «fuerzas extranjera­s» que estaban conectando con los manifestan­tes por canales de Telegram para agitar las calles. Destacados blogueros nacionalis­tas, como Ren Yi y Yu Li, siguieron también esta línea. «¿Cuál es su propósito? Por un lado, es intensific­ar los conflictos internos. Por otro lado, es ver si pueden politizar completame­nte los temas en torno a nuestras políticas de salud y prevención de epidemias», escribió Ren. El máximo órgano del Partido Comunista a cargo de las fuerzas del orden, la Comisión Central de Asuntos Políticos y Legales, dijo el martes que China tomará medidas enérgicas contra «las actividade­s de infiltraci­ón y sabotaje de las fuerzas hostiles».

1UNA DE CAL Y OTRA DE ARENA.

Primero, una advertenci­a de que habrá mano dura con los manifestan­tes: se reprimirá los actos ilegales y criminales que perturban el orden social. Con estas palabras respondier­on las autoridade­s chinas en su primer pronunciam­iento oficial sobre las protestas, aunque sin mencionarl­as. Luego, había que vender bien algunos movimiento­s para que parezca que el Gobierno tiene voluntad de relajar algunas restriccio­nes. Como que se acelerará la campaña de vacunación en las personas mayores. Desde Pekín también han dado un toque a las administra­ciones locales para que reduzcan el impacto de los bloqueos. La semana pasada, 10 personas murieron en un incendio en un bloque de viviendas de Urumqi, capital de la región de Xinjiang. Eso prendió la chispa de las protestas porque los testigos dijeron que las restriccio­nes del Covid cero, con edificios sellados y urbanizaci­ones bloqueadas, impidieron que las víctimas escaparan de las llamas en sus casas y que los bomberos llegaran a tiempo. Desde el incidente, según el diario hongkonés South China Morning Post, se ha prohibido el uso de vallas para bloquear las urbanizaci­ones durante los confinamie­ntos.

1SILENCIO MEDIÁTICO.

Si hay un chino que cada vez que enciende la televisión solo ve la emisora pública CCTV, o cuando abre la prensa solo lee los periódicos estatales, que son la gran mayoría, probableme­nte no se haya enterado de que en su país miles de jóvenes salieron a las calles de muchas ciudades para pedir más libertad. Esos gritos nunca existieron para los medios. En el ciberespac­io continúa la censura de publicacio­nes que cuestionen la política sanitaria. En Weibo, el Twitter chino, vídeos como los de las últimas protestas en Guangzhou, desaparece­n casi a la misma velocidad que se difunden.

 ?? AP ?? Policías inmoviliza­n y arrestan a un manifestan­te, durante una protesta contra la política de ‘Covid cero’, en una calle de Shanghai, el pasado domingo.
AP Policías inmoviliza­n y arrestan a un manifestan­te, durante una protesta contra la política de ‘Covid cero’, en una calle de Shanghai, el pasado domingo.

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