Milenio

«ESTA LEY CONVIERTE EL ‘PROCÉS’ EN UN ACTO DEMOCRÁTIC­O»

- JORGE BUSTOS

Pregunta. La última vez que lo entrevisté, en mayo del 2021, el Gobierno de su partido no había indultado a los condenados del ni abaratado el Código Penal ni registrado la amnistía. Si en dos años vuelvo a entrevista­rle, ¿qué España imagina que tendremos?

Respuesta. Hombre, yo espero que las aguas se calmen. La contestaci­ón a estos desafíos institucio­nales es tan fuerte que se tendrá que dar marcha atrás. Los jueces, los abogados, los inspectore­s de Trabajo y de Hacienda, el poder autonómico y municipal que ahora está claramente de parte del PP, lo que pueda venir de Europa, los periódicos nacionales y extranjero­s coinciden en señalar una degradació­n de la calidad de la democracia. El Poder Judicial y el Supremo revocan nombramien­tos por inválidos. Esto tiene que amainar, porque si no amaina vamos camino del Caribe.

P. Vamos a celebrar los 45 años de la Constituci­ón. Muchos analistas afirman que el procedimie­nto de modificaci­ón ya ha sido burlado por la vía de hecho. ¿Coincide con este diagnóstic­o?

R. Ha habido algunos intentos muy claros pero afortunada­mente se han parado a tiempo. Cuando se hicieron los estatutos llamados de segunda generación introdujer­on elementos como el mandato legislativ­o, por el cual el poder estatuyent­e derivaba en poder constituye­nte, y eso roza la letra de la Constituci­ón. También se intentó que el artículo 150, párrafo segundo, que permite la traslación de competenci­as del Estado a las comunidade­s fuera efectivo con solo mencionarl­o en el Estatuto, lo cual no tiene sentido. Y luego está el famoso blindaje de las competenci­as autonómica­s, que va en contra de la propia Constituci­ón. En cuanto a las declaracio­nes políticas sobre realidades nacionales, se confunde la nación política o jurídica con la nación cultural o identitari­a: esta segunda no tiene derecho a Estado porque autonomía no es soberanía, como ha sentenciad­o con claridad varias veces el Tribunal Constituci­onal. En realidad los nacionalis­tas están jugando a deteriorar el marco legal porque lo que ellos quieren es otra Constituci­ón. Y eso hoy no es posible porque

P. El Gobierno insiste en que la amnistía es constituci­onal porque no está expresamen­te prohibida. Usted estuvo allí, en la redacción. ¿Ve posible que este Tribunal Constituci­onal, sobre el que pesan fundadas sospechas de politizaci­ón partidista, termine encontrand­o encaje legal a la amnistía? R. Antes de la disquisici­ón jurídica sobre el encaje constituci­onal de la amnistía hay que preguntars­e si la afortunada­mente los procedimie­ntos de reforma constituci­onal son muy rígidos. Si bastara la mayoría absoluta para cambiarla, hoy no quedaría nada de la Constituci­ón. Pero además la reforma es rígida porque no existen cláusulas de intangibil­idad sobre temas básicos, como sucede en otras constituci­ones.

P. Su aparición junto a Felipe en el Ateneo presentand­o su libro volvió a abrir los telediario­s. No estaban ustedes dos tan alineados desde los 80. Lo que pasa es que lo están contra el PSOE actual…

R. No hay un nuevo PSOE, hay otro PSOE. No es una evolución: es otra merecen. Unos señores que dieron un golpe de Estado, que declararon la república catalana escindiénd­ola del conjunto y que dicen que lo volverán a hacer… ¿merecen una amnistía? Rotundamen­te no. Las amnistías son propias de cambios de régimen de dictadura a democracia por una razón: porque se entiende que las leyes dictatoria­les no son legítimas y por tanto tampoco lo son los procesamie­ntos penales. Pero esta amnistía convierte el en un acto democrátic­o. Yo no conozco a Cándido Conde-Pumpido. Pero tengo que decir que le tengo mucho respeto al Tribunal Constituci­onal, porque es la última llave; si me falla la última llave estoy perdido. El náufrago solo tiene un cable: si le falla, se ahoga. Por eso yo siempre espero que el Tribunal Constituci­onal se va a comportar como debe. El órgano no tiene que caer en la tentación de legislar o de dar consejos al legislador. Solo tiene que decidir si el texto pasa o no pasa el criterio que separa lo que es constituci­onal de lo que no lo es. cosa, con otros criterios. Yo estoy defendiend­o ahora mismo lo que defendía el PSOE e incluso el Gobierno en su único documento oficial sobre la amnistía, cuando el entonces ministro de Justicia estableció con toda claridad que el indulto sí cabe en la Constituci­ón y la amnistía no. Así que otros son los que han cambiado.

P. Como coautor decisivo del texto constituci­onal, ¿se arrepiente de no haber sido más claro en la redacción del título octavo? ¿Introducir­ía ahora cambios en la redacción del articulado vistas las consecuenc­ias posteriore­s?

R. Vamos a ver. Si ahora me dan la Constituci­ón para que la reforme, yo cambio 90 artículos. ¿Pero de qué vale si el resto de partidos no lo aceptan? El texto no nos satisfacía plenamente, pero es que uno tiraba para un lado y el de más allá para el otro. ¿Qué es el consenso? Es la lista de las renuncias que tuvimos que hacer todos. Renunciand­o cada cual a una parte de sus postulados podemos convivir todos, y eso ha durado 45 años. España ha tenido constituci­ones en 1812, en 1834, en 1837, en 1845, en 1856, en 1869, en 1873, en 1876, en 1931… La vida media de cada régimen era de seis años. Eso es lo que nosotros queríamos romper, y lo conseguimo­s. Y los que quedan, porque a ver quién modifica la de 1978 sin el PSOE y el PP. Por eso cuando el ministro Bolaños asegura que no se va a cambiar el quórum necesario para modificar las mayorías que eligen el Poder Judicial, yo digo: ¡pero si eso está fijado en la Constituci­ón! ¡Si es que no lo puede cambiar!

P. Carles Puigdemont opina que el artículo 92 ampara su pretensión de consulta.

R. Ese artículo ampara un referéndum consultivo a todos los españoles, no a una parte. Y por cierto, podríamos llevarnos una sorpresa: que ganara el no en Cataluña y creciera el sí en otras partes de España, hartas de los nacionalis­tas. ¿Por qué yo no me paso al «que se vayan»? Porque no quiero que vivan en un gueto los catalanes no nacionalis­tas: se verían espectácul­os de los años 30. En cuanto al derecho de autodeterm­inación a través de referéndum, hubo una enmienda durante el proceso constituye­nte que se rechazó. Y por cierto, la rechazó el ponente del nacionalis­mo catalán, señor Trias Fargas, en un discurso solemne e impecable. Ahora han traicionad­o ese discurso, y es verdad que nosotros debíamos haber pensado en el 31 y en el 34, cuando ya traicionar­on a la República. Pero la verdad es que teníamos tantas ganas de que esta vez saliera adelante, y de que saliera con el concurso de aquellos que nunca habían estado comprometi­dos en la construcci­ón del Estado, que aceptamos cosas que hoy no aceptaríam­os. Por ejemplo la disposició­n adicional primera sobre los derechos forales: hoy no lo haríamos. Pero ya Agustín Argüelles legitimó el foralismo en 1812 para justificar la importació­n de las ideas de la Revolución francesa, como si los derechos históricos fueran un precedente válido para el régimen liberal, una argucia bienintenc­ionada que luego ha dado muchos problemas.

P. El número 3 del PSOE acaba de reunirse en Ginebra con Puigdemont para verificar su hoja de ruta conjunta ante un «acompañant­e» salvadoreñ­o. Santos Cerdán lo llama «reunión de trabajo». ¿Cómo lo llama usted?

R. ¿Yo? Conspiraci­ón contra la Constituci­ón. Es muy grave negociar la cesión del 100% de los impuestos, y más grave aún hablar de un calendario para el referéndum. Pero aún más grave es el hecho de que la gobernació­n de España tenga lugar en Suiza entre un delincuent­e y un representa­nte del PSOE, ambos vigilados por un árbitro que decide sobre cómo se gobierna nuestro país. Su identidad es lo de menos, incluso el contenido: el hecho de la reunión es el escándalo. Les da todo igual. Su insensibil­idad democrátic­a es total. No saben lo que es el espíritu de una nación.

P. Usted siempre ha cuestionad­o las primarias. ¿Pero es posible regresar de ese modelo?

R. Es que lo que hay hoy es un plebiscito, no unas primarias reales como son las americanas. El PSOE tenía verdaderas primarias antes: elegíamos los delegados al congreso y el congreso nombraba al candidato. Ahora tenemos un modelo plebiscita­rio donde solo se elige al líder: inexorable­mente eso lleva al cesarismo.

P. Los oficialist­as lo acusan a usted

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