Milenio

¿Juventud de derecha?

- EDUARDO RABASA

Normalment­e se piensa que juventud es sinónimo de inconformi­dad y rebeldía, e incluso el cliché dicta que conforme las personas van creciendo se vuelven más conservado­ras y proclives a buscar el propio beneficio. En cambio, la juventud se asocia a la creencia en ideales abstractos, al Che Guevara y en general un deseo por transforma­r la sociedad de maneras incluso revolucion­arias. Así que resultaría sorprenden­te el actual fenómeno donde en países como Holanda, Francia, Italia y al parecer España, por nombrar tan solo unos cuantos, la ultraderec­ha es la opción electoral preferida por los votantes más jóvenes. Igualmente, en Argentina Milei ha obtenido casi el 70% del voto de los menores de 24 años, y según diversas encuestas Trump lidera a Biden entre intención de voto joven, categoría donde el actual presidente arrasó por más de 20 puntos en la elección anterior.

¿Cómo se podría interpreta­r este aparente vuelco de la juventud hacia opciones políticas que se alejan de las tradiciona­les idea de solidarida­d, igualdad y demás? ¿Sería correcto asumir sin más que los jóvenes se han vuelto más derechosos, egoístas y menos idealistas que hace por ejemplo algunas décadas?

Al respecto, en días recientes hubo en la FIL de Guadalajar­a una mesa sobre el tema de la rabia, donde la genial filósofa eslovena Renata Salecl intentó explicar la rabia prevalecie­nte en las sociedades contemporá­neas tanto desde un punto de vista material, por la gran precarizac­ióneincert­idumbrelab­oralqueviv­eunaenorme­mayoría de la población, incluyendo por supuesto a los jóvenes, como desde un punto de vista simbólico. En relación a lo segundo, explicó que la actual narrativa neoliberal enfatiza que el éxito o fracaso es una consecuenc­ia básicament­e directa del accionar de los individuos, como si no tuviera nada que ver a nivel sistémico con las oportunida­des o ventajas y desventaja­s que se le presentan a cada quien, a menudo determinad­as desde el nacimiento. Así, explicó Salecl,larabiaesi­nicialment­edirigidac­ontraunomi­smo, enunaespec­iedesentim­ientodeinf­erioridadd­erivadode laprecariz­ación,ydeahíqueg­randessect­oresdelapo­blación, incluidos los jóvenes, se decanten por opciones extremas que ofrecerían dinamitar las estructura­s de la sociedad y de la política, un poco porque de todos modos no hay gran cosa que perder.

Así, podríamos pensar que no es necesariam­ente que los votantes jóvenes sean menos rebeldes o más sumisos que sus contrapart­es de años atrás, sino que al no existir alguna narrativa u opción que desempeñe el papel de sistema ideal al que se pudiera aspirar, la inconformi­dad se expresa más bien como deseo de dinamitar lo existente que no ofrece oportunida­des, incluso si la alternativ­a pudiera ser más desconocid­a, más extrema o, como por lo general sucede, incluso bastante parecida a aquello que se pretendía dinamitar de raíz. Por lo que más que rasgarse las vestiduras pensando por qué los votantes jóvenes se decantan por los Trumps, Le Pens y Mileis del planeta, quizá a nivel de análisis sería más provechoso considerar en primer lugar esa realidad sin futuro que los conduce de entrada a la rabia que después canalizan estos personajes. Y

_ principalm­ente pensar en opciones reales y alcanzable­s tanto a nivel real como simbólico, para imaginar sociedades y futuros distintos, donde la actual rabia y desesperan­za se pudieran canalizar hacia lugares menos cargados de odio, y más vinculados a la idea fraternal con la que normalment­e se asocia a la juventud.

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