La era del descontento (IV)
El consumidor de clase media es atenazado, en su cotidianidad, por el correspondiente rosario de adversidades: el tráfico infernal de las calles, la cargadelascolegiaturas,elpagodelastarjetasde crédito y la circunstancia de que el dinero nunca alcanza. Hay también bondades en su horizonte, desde luego, pero el componente de insatisfacción permanece.
El individuo de la clase trabajadora sobrelleva durezas muchomásseveras:ahídondeelempleadoconcochesedesespera de no avanzar de camino a la oficina, él se encuentra hacinadoenalgunodeesosdestartaladosvehículosdelmiserable transporte público que tenemos en este país y ha debido salir de casa mucho más temprano porque, habitando en la periferia, el trayecto hacia su centro de trabajo es más largo; la paga que recibe es insuficiente; la propia fajina que desempeña entraña excesivos agobios; no se beneficiadeunosserviciosdesaludmínimamente dignos; y, finalmente, no tiene siquiera asegurado su futuro porque los montos de sujubilaciónseránabsolutamenteexiguos.
El ciudadano pobre, por su parte, vive en un total desamparo, abandonado a su suerte por un Estado que, en el mejor de los casos, reparte meramente dádivas y que no se responsabiliza siquiera de garantizar seguridad pública o de brindar una educación de calidad.
En estos tres casos, la insatisfacción personal está presente en diferentes niveles. Sigue resultando muy extraño
revueltas@mac.com
El ciudadano pobre vive en un total desamparo, abandonado a su suerte por el Estado
que las poblaciones de los países desarrollados, conformadas mayormente por individuos del primer grupo, desestimen los provechos que les garantiza el orden democrático y que terminen porconsagrar a un Donald Trump (o a una versión más diluida como Boris Johnson).Porque, no se puede decirque tengan una existencia miserable por más que algunas zonas urbanas de Filadelfia estén muy deterioradas o que los trenes de la Deutsche Bahn se retrasen o que Emmanuel Macron pretenda añadirle dos añitos a la edad exigida para pensionarse.
En estos pagos la clase media, por el contrario, no es ni lejanamente tan
_ beligerante. Su descontento no le pasa todavía factura al “orden establecido” sino, al contrario, aspira a que las cosas vuelvan a ser como en los tiempos del PRIAN.
Pero, al mismo tiempo, sectores enteros de la sociedad han elegido el camino del populismo de izquierda. ¿Saben adónde los llevará, al final?