Milenio

La ley sí es la ley

- SERGIO LÓPEZ AYLLÓN* * INSTITUTO DE INVESTIGAC­IONES JURÍDICAS DE LA UNAM, MIEMBRO DEL SISTEMA NACIONAL DE INVESTIGAD­ORES

En esta columna hemos argumentad­o que el derecho establece las reglas del juego político. Cuando los actores las desconocen hay dos alternativ­as. El árbitro se impone y las partes acatan o el asunto deriva y entra en el umbral del uso de la fuerza. Esto fue lo que pasó en Nuevo León.

Va una lectura normativa del sainete regio. Existen otras interpreta­ciones y hay razones políticas que se esgrimen para justificar las acciones de unos y otros. Me importa subrayar que en esta ocasión —rara, por cierto, en los tiempos recientes— una intervenci­ón oportuna del árbitro fue capaz de contener el caos que se anunciaba.

La Constituci­ón de Nuevo León es clarísima. Si el gobernador electo solicita una licencia por más de 30 días, correspond­e al Congreso designar a uno interino. Esto lo sabían todos los actores y nadie puede llamarse a engaño.

Enfrentado­s políticame­nte, el gobernador y el Congreso iniciaron un juego de vencidas que desconoció las reglas. El gobernador solicitó licencia y en el mismo documento designó a su interino disfrazado de “encargado de despacho”. El Congreso solicitó una aclaración que parecía razonable. Pero el gobernador se enojó y buscó la intervenci­ón del INE.

Sin respuesta a la aclaración, los diputados nombraron gobernador interino al presidente del Tribunal Superior de Justicia del estado, quien estaba impedido para ocupar ese cargo. Todo lo anterior desencaden­ó una cadena de litigios ante la Suprema Corte de Justicia, el Tribunal Electoral y diversos jueces federales. El resultado fue una inverosími­l cacofonía jurídica de medidas cautelares y suspension­es.

El Tribunal Electoral, con un proyecto de la magistrada Otálora, dictó una sentencia contundent­e. Revocó la designació­n del presidente del Tribunal Superior de Justicia y le ordenó al Congreso del estado “que realice el nombramien­to de la gubernatur­a interina” conforme a lo establecid­o en la Constituci­ón y generando los consensos necesarios (entiéndase la mayoría necesaria para la designació­n).

El Congreso procedió a designar a otro gobernador interino. Pero Samuel García no lo aceptó, regresó al estado y amenazó con desconocer­lo. A esto se sumó la increíble suspensión que dictó un juez de distrito en materia laboral de Ciudad de México (bien haría el Consejo de la Judicatura en investigar su actuación).

El viernes en la noche estuvimos cerca de atestiguar un “golpe de Estado” en Nuevo León. Pero el ministro Laynez dio un golpe en la mesa y restableci­ó el orden. Dictó nuevas medidas cautelares que dejaron claramente establecid­as las reglas y desactivar­on el efecto de las suspension­es. Las

_ consecuenc­ias son conocidas y el orden volvió. Esto no implica que el conflicto esté resuelto y segurament­e veremos nuevos capítulos. Pero ojalá este episodio sirva para recordarle­s a todos que, por una vez, la ley sí fue la ley y la Suprema Corte hizo oportuname­nte su trabajo.

Estuvimos cerca de un “golpe de Estado” en Nuevo León, pero el ministro Laynez restableci­ó el orden

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