Milenio

EN EL NOMBRE DE ALBERTO Y DE ASCEN, NO

- Teresa Jiménez-Becerril es hermana de Alberto Jiménez-Becerril, concejal del PP en Sevilla asesinado por ETA junto a su esposa, Ascensión García Ortiz, en 1998.

Mis razones contra la amnistía coinciden con las de quienes llenan nuestras plazas con el «corazón partío» que late por una España que se resiste a ser un juguete roto, en uno de los momentos más infaustos de nuestra historia democrátic­a.

Pero hay una razón a la que el sentimient­o no le resta valor sino que la engrandece, y es la que me recuerda que mi hermano Alberto, teniente alcalde de la ciudad de Sevilla, fue asesinado junto a su mujer Ascen por la organizaci­ón terrorista ETA, por defender la unidad de España. Y no podemos permitir TERESA JIMÉNEZ-BECERRIL que su sacrificio y el de miles de víctimas sea moneda de cambio para complacer las ansias de poder de quien no merece gobernar una nación a la que no respeta.

En el nombre de tantos asesinados, heridos, secuestrad­os y forzados al exilo por aquellos que quisieron y no consiguier­on romper España con sus tiros y sus bombas, debemos mantener España unida, para que toda esa valiente resistenci­a con la que los españoles nos enfrentamo­s al terrorismo tenga sentido.

Hay que frenar esta indecente amnistía que regala a los independen­tistas no solo la unidad de España, sino todo el marco constituci­onal que la sustenta y por cuya defensa los españoles hemos pagado un precio muy alto. No nos rendimos cuando España era rehén del terrorismo y no nos vamos a rendir ahora cuando quieren convertirn­os en rehenes de un delincuent­e independen­tista que se jacta de tener en sus manos el futuro de nuestro país.

Amnistía significa olvido y yo ni quiero ni puedo ni debo olvidar que este inmoral perdón a la carta de los enemigos de España quebranta el Estado de Derecho y la libertad e igualdad entre todos los españoles. Nadie tiene derecho a vender lo que es de todos. Es nuestro legado, el de los héroes de nuestra democracia; los verdaderos, no los terrorista­s que son homenajead­os ante el silencio cómplice de quienes siguen sin condenar el terrorismo de ETA.

No puedo estar de acuerdo con una amnistía cuyo fin es tan innoble como conseguir la gobernabil­idad contra el viento de la justicia y la marea de españoles que defendemos la Constituci­ón. Una medida arbitraria que borra delitos como la malversaci­ón, la sedición e incluso el terrorismo sin otra justificac­ión que la necesidad personal frente al interés general.

Estoy en contra de una amnistía que lega a nuestros jóvenes una España desunida, con ciudadanos de primera y de segunda según el territorio; en la que la división de poderes no es más que el sueño de Montesquie­u, y en la que las Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad del Estado son humillados por respetar la ley.

No quiero que mis sobrinos, que han crecido sin sus padres, porque estos fueron asesinados por quienes querían acabar con España, vuelvan a sufrir viendo cómo hoy se premia a quienes insisten en que su fin es romper nuestra nación. Esta no es la herencia que debemos dejar a las nuevas generacion­es.

En mi nombre, no a la amnistía de la desmemoria, de la indignidad, de la injusticia y de la falsedad.

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