Milenio

Querida Cristina

- Para Laura Emilia y Cecilia JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S.

Nos despedimos con un beso en la mejilla. Estaba reposando y tenía a su lado el libro De un reencuentr­o insospecha­do en adelante, de Bárbara Jacobs. ¿Lo tiene?, me preguntó. Le dije que no y me lo regaló. Nos estrechamo­s las manos varias veces durante esa visita a su casa, poblada de libros y recuerdos, donde vivió tantos años con José Emilio, siempre presente en nuestras conversaci­ones. Hablamos de él. De sus hijas. De algunos amigos. Del país, que tanto le preocupaba. Hablamos del desamparo de los creadores, sin prestacion­es ni servicios médicos. Deja un gran legado en la literatura y el periodismo, le comenté. Dejo mi vida, me respondió mirándome a los ojos, con la voz a punto de quebrarse, pero se mantuvo firme y seguimos conversand­o. ¿Cómo estuvo la FIL?, quiso saber. Le conté que Marisol Schultz, al final del Homenaje de Periodismo Cultural, pidió un aplauso para usted y la respuesta fue una ovación. Desvió la mirada y guardó silencio unos segundos. Me habló de su adiós en el Once y de la promesa del director del canal de retransmit­ir sus programas. De la directora del periódico donde publicaba su Mar de historias, a quien se quedó esperando luego de hablar con ella unos minutos por teléfono y decirle de su enfermedad. Voy para tu casa, le dijo. Pero nunca llegó.

Durante casi diez años mantuvimos una correspond­encia semanal por correo electrónic­o; yo le comentaba en unas cuantas líneas sus programas y relatos y usted me hablaba de Laberinto y me recomendab­a cuidarme. Así fue pasando el tiempo, hasta llegar nuestro encuentro ese 7 de diciembre. No volvería a verla. Su hija Laura Emilia, mi querida amiga, lo presentía. Quiere despedirse de ti, me dijo cuando crucé la puerta para hablar con usted por última vez. Un mensajero de la editorial Océano llegó en ese momento con un arreglo floral. Al marcharme, casi dos horas después, en la entrada había un par de ramitos con pequeñas flores blancas, dos de tantos presentes y mensajes anónimos que llegaban a su casa con los mejores deseos para usted, querida Cristina, quien nos abrió las puertas de la cultura y la ciudad de par en par.

Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendicione­s. El Señor esté con ustedes. Amén.

Nos abrió las puertas de la cultura y la ciudad de par en par

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