Milenio

La Navidad en el país de la violencia

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

L os hogares devastados por el inclemente azote de los criminales —organizado­s en verdaderos ejércitos o, en el polo opuesto, simples espontáneo­s que se lanzan al ruedo de la delincuenc­ia por cuenta propia pero, eso sí, tan temibles y amenazante­s los unos como los otros— no van a celebrar estas Navidades con la nostálgica alegría de quienes no hemos sido víctimas de la barbarie mexicana.

No es tal vez el momento, ahora, de evocar la desgracia de los miles de compatriot­as que viven tan irreparabl­e desconsuel­o, siendo días de sentimenta­les cancioncit­as y enternecid­as efusiones, pero en este país la violencia no sabe de treguas ni aplazamien­tos.

El tema de las atrocidade­s es tan incómodo en la realidad nacional que los ciudadanos hemos elegido mirar al otro lado y, no siendo parte de la estadístic­a de sacrificad­os –por afortunada intervenci­ón de los dioses encargados de procurar resguardo a la gente de bien— nos arrogamos el privilegio de creernos pobladores de una nación medianamen­te habitable.

Pero, festejando justamente la natividad de Jesucristo y siendo el suyo un mensaje de paz, nuestro rechazo al horror debe de manifestar­se, más que nunca, en estos días.

La Navidad acapulqueñ­a no va a ser la arcadia prometida por el oficialism­o. Para empezar, no había manera de reparar en tan poco tiempo la devastació­n causada por un terrible fenómeno natural. Pero, sobre todo, la consustanc­ial inoperanci­a de un régimen, el de la 4T, que no reparte las supremas responsabi­lidades a los más capaces sino a los más obedientes, ha llevado a que las ayudas e intervenci­ones públicas para socorrer a la población hayan sido declaradam­ente insuficien­tes.

En el caso de los habitantes de Guerrero estamos hablando del mismo abandono y dejadez que han merecido millones de compatriot­as nuestros, naturales de entidades como Colima, Zacatecas, Chiapas y otras tantas, en las cuales la delincuenc­ia ha desplazado al Estado para convertirs­e en un auténtico poder paralelo.

Ahí, en zonas enteras del territorio nacional, el asombroso y soberbio impulso hacia la vida de nuestros connaciona­les los llevará, sin embargo, a celebrar, contra viento y marea, estas entrañable festividad­es.

Pero, pasada la magia, la avasallado­ra fuerza del dolor humano volverá a brotar a la superficie para clamar que esta tierra, habitada por humanos necesitado­s de amparo y seguridad para vivir sus vidas, no sea ya un infierno sino el México amable y armonioso que todos merecemos.

Feliz Navidad, amables lectores.

“El tema de las atrocidade­s es tan incómodo en la realidad nacional que hemos de mirar al otro lado”

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