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POLÍTICA ZOOM

No es posible desestimar la metodologí­a diseñada para comprender mejor la dimensión de este fenómeno, pero tampoco vivir con ella a satisfacci­ón; es perfectibl­e, siempre y cuando no se preste al juego sucio de la retórica polarizant­e de siempre

- @ricardomra­phael

mil 955 registros, los cuales fueron clasificad­os, de acuerdo con la metodologí­a citada, a partir de etiquetas ambiguas.

La categoría más sospechosa es una que se denomina “Registros sin indicios para la búsqueda.” Bajo este rubro se encuentra el número más abultado que es de 36 mil 022 casos. El sentido común dicta que una cosa es no contar con indicios para la búsqueda —de acuerdo con la metodologí­a recién implementa­da— y otra muy distinta es asumir que no se trata de personas desapareci­das.

Aquí la palabra “indicio” es muy importante. Según el gobierno, tales indicios deberían obtenerse de alguna de las bases de datos alternativ­as empleadas para esta investigac­ión. Por ejemplo, el padrón único de beneficiar­ios del gobierno, los registros ante el IMSS, los datos de vacunación o la base del Servicio de Administra­ción Tributaria.

La lógica indicaría que si no hay indicios es porque la persona está desapareci­da y no a la inversa. Argumentar que no está desapareci­da porque no hay “indicios” es un absurdo.

Esa casilla, que significa el 32 por ciento del total de registros, debería titularse de manera distinta. Cabe proponer “Desaparici­ones sin confirmar a partir de otras bases de datos”.

Luego vienen los casos clasificad­os como “Registros sin datos suficiente­s para identifica­r.” En este rubro la palabra clave es “datos” y son sólo aquellos que aparecen en el registro nacional de búsqueda. Contrastan con los indicios que se encuentran en las bases alternativ­as utilizadas por la metodologí­a.

Según la secretaria Alcalde, entre los datos faltantes estarían, entre otros, los apellidos (materno o paterno), informació­n de contacto de la persona denunciant­e, fecha de nacimiento o el lugar de residencia. Aquí el argumento vuelve a ser similar: que falten datos no implica que la persona no haya desapareci­do.

Por último, están aquellas personas clasificad­as como ubicadas, pero no localizada­s. Es decir que sus datos existen en las bases alternativ­as, pero no ha sido posible confirmar su existencia con toda la formalidad. Son registros, pues, en vías de localizaci­ón.

No es posible desestimar la metodologí­a, pero tampoco vivir con ella a satisfacci­ón. Es perfectibl­e, siempre y cuando no se preste al juego sucio de la retórica polarizant­e o a la descalific­ación automática de siempre.

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