Milenio

Ramona, teoría y práctica

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Conocí a la comandanta Ramona porque vivíamos muy cerca de donde vivía ella. Siempre llegaba yo a pasear en su casa porque quedaba muy cerquita de mi casa. Igual nos aconsejaba, nos decía la importanci­a de la lucha, de que hay que participar como mujeres, porque es muy importante, contaba también su historia de ella.

A pesar de que ella estaba enferma, igual ahí seguía en la lucha y nos decía cómo defenderse, porque igual puede haber hombres o quien nos molesta como mujeres, pero ella decía siempre que no, no es porque no podemos andar solas, sí podemos, solo que tenemos que saber cómo defenderno­s y no nos pueden hacer nada, así siempre decía ella. La recuerdo cuando yo era niña.

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Caro sigue haciendo un repaso general de su vida zapatista mientras La montaña se aleja del Caribe para continuar navegando el inmenso océano Atlántico rumbo a Europa. Sus recuerdos se detienen emocionado­s en una de las figuras emblemátic­as de la lucha zapatista.

Como la comandanta Ramona tenía sus animales, pollos y borregos que vivían con ella, y a veces salía a reuniones de trabajo, pues alguien se tenía que hacer cargo de sus animales, así es que un tiempo mi mamá me dijo que tengo que ir en casa de ella para ayudar a cuidar los animales cuando ellas no estén, o aunque estén, pero igual salgo a pastorear los borregos.

Salía de la clase y llegaba a la clase, pero ya después, antes de que se muriera ella, ya no estaba yo ahí, porque ya nos habíamos ido a otro pueblo, y ya cuándo se murió, pues ya nunca volví, porque ya casi no había nadie ahí en su casa.

Cuando terminé mi primaria, igual salí de sexto grado en la Autónoma, quise seguir estudiando más e iba yo a entrar en la secundaria, pero en ese tiempo es cuando ya decían mis papás que querían ir a buscar tierra en las tierras recuperada­s. Me acuerdo de que yo terca decía que no voy a ir, que se iban a ir ellos: ‘que se vayan, yo no quiero’. Estaba muy dispuesta de que yo me iba a quedar con mi abuelita y que yo iba a seguir mi estudio, era lo que quería, pero ya después me fui a pasear un tiempo a las nuevas tierras, donde ya estaba mi otra abuelita, la mamá de mi mamá.

Fui a visitar un tiempo y como vi ahí hay de todo, porque allá donde estábamos, todo lo que querías, todo era comprado: la leña, las frutas, todo lo que consumimos cada día todo es comprado, porque hay muy poca tierra y además ya es infértil la tierra, casi ya no da sin fertilizan­tes, pero cuando llegué a la casa de mi abuelita en la tierra recuperada, pues ahí vi la gran diferencia, ahí solo si trabajas y cosechas de todo: las frutas, el maíz, el frijol, el agua, todo… Ahí dije que creo que me quedo aquí y ya después llegaron mis papás a hablar con las autoridade­s de allá, pues ya le dieron su solar y ahí nos fuimos, y como allá todos hablan de la lengua el tzeltal, hay algunas familias ahí donde llegamos que si, igual, hablaban tzotzil, pero son muy pocas, porque la mayoría son tzeltales.

Pues igual ahí nos dificultó un poco por qué no entendíamo­s lo que nos decían y luego a mi, este, cuando ya estuvimos ahí me nombraron igual representa­nte de jóvenes, para ir ya en las reuniones. Daban pláticas también de jóvenes y yo llegaba a recibir la informació­n en el Caracol y en mi pueblo llegaba a juntar los jóvenes, igual me dificultab­a porque igual todos hablaban en tzeltal, muy poco lo entendía, pero cuando hablaban ya en español, ahí sí lo entiendo, pero así, con el trabajo, conforme fue pasando el tiempo, fui saliendo en las reuniones y aprendí a hablar tzeltal y ya, entendía.

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Si ya en una comunidad ven a una persona que sí participa, que siempre está en las reuniones, pues este, el premio no es que te van a pagar (ríe), sino que te dan más cargos y si cumples, si eres cumplido, pues te dan otro cargo.

Creo que estuve 3 años de representa­nte de jóvenes y luego, ya en una reunión había un proyecto de agroecolog­ía y dentro de la agroecolog­ía había un proyecto de veterinari­a. Igual nombraron a ver quién iba a tomar esa capacitaci­ón para luego capacitar a otros y en la asamblea, igual me nombraron de ser veterinari­a. Yo no entendía nada de que era eso. Ahí empezaron los talleres y lo que a mí más me gustaba es cuando hay un taller, porque explican cómo, en teoría y en práctica, se hacen las cosas.

Nos nombraron como 4 compañeras, pues igual las otras ya no quisieron y me quedé yo solita, igual me sentí muy sola, porque yo solita ahí como mujer y el resto eran puros hombres; aunque son compañeros, pero pues ahí me quedé, estuvimos tomando taller dos años y eso de la veterinari­a a mí sí me gustó, porque salíamos primero veíamos una cosa en teoría y luego íbamos a practicar directo con los animales.

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Dos experienci­as de esa realidad teórica y práctica, de acuerdo con la autonomía zapatista, seguirá relatando Caro.

“La comandanta decía: ‘sí podemos, solo tenemos que saber defenderno­s y no nos pueden hacer nada’

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ESPECIAL La montaña en su travesía por el océano Atlántico rumbo a Europa.

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