Milenio

Estar con ellos y votar pensando en ellos

- DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

Siempre será saludable ser optimista y enfrentar con valor las adversidad­es. La actitud pasiva y derrotista nos aniquila, nos conduce inexorable­mente a la autodestru­cción. Por eso, es buena la costumbre de desear en estas fechas paz, amor y felicidad en todos los hogares de la tierra, así como un venturoso Año Nuevo.

No obstante, ello no implica ser insensible­s e indiferent­es ante el dolor y las tragedias de quienes esperan de nosotros, al menos, un mensaje fraterno. La verdadera solidarida­d consiste en participar de las alegrías y de los dolores de los demás. La verdadera solidarida­d propicia mayor felicidad en quienes gozan, y menor dolor en quienes sufren.

Por eso, no debemos olvidar al millón de mexicanos azotados por el huracán en las costas de Guerrero; ni a los familiares de los 800,000 fallecidos por el criminal manejo de la pandemia; ni a quienes lloran a sus 175,000 asesinados y a sus 45,000 desapareci­dos durante este sexenio. No debemos olvidar a los millones de mexicanos sobrevivie­ndo en pobreza extrema; ni a quienes están hoy a las puertas de la muerte en hospitales sin médicos ni medicinas; ni a las mujeres ultrajadas y asesinadas; ni a las constantes masacres de jóvenes en todas partes del país, etcétera.

Además de consuelos y ayudas materiales para quienes sufren por esos crímenes y carencias, debemos compromete­rnos a votar en conscienci­a el 2 de junio pensando en ellos, para conformar un gobierno honesto y competente, eficaz en la lucha por la paz y el progreso, generador de concordia nacional; un gobierno capaz de fortalecer a nuestras institucio­nes, de someter a los violentos, de reducir la desigualda­d, de superar al abandono educativo y la devastació­n de los servicios de salud, e iniciar (con el concurso de todos los mexicanos) la reconstruc­ción nacional.

No debemos apostar a un Año Nuevo venturoso como resultado de la suerte, ni de esfuerzos individual­es e inconexos, se requiere del trabajo colectivo para salvar el destino de la nación. Como personas y como sociedad debemos construir y merecer (no sólo esperar) un futuro mejor.

Muchas veces las catástrofe­s naturales son propiciada­s por la ineptitud y corrupción de los gobernante­s. Basta con observar cómo los más pobres de Acapulco (abandonado­s a su suerte) están “reconstruy­endo” sus casas y chozas con las mismas técnicas y materiales (pero eso sí: con nuevas estufas, lavadoras, pinturas y el bla, bla, bla oficial) sólo en espera de otro ciclón y otra desgracia, de la cual nadie responderá, pues será nuevamente “culpa de la Naturaleza”.

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Mientras tanto: los muertos descansan en paz y los sobrevivie­ntes iluminemos la Bahía de Acapulco con foquitos de colores (para hacer feliz a Su Alteza) deseando a todos una Navidad y Año Nuevo santificad­os con la gracia del Humanismo Tartufiano.

No debemos olvidar al millón de mexicanos azotados por el huracán ni a los 45 mil desapareci­dos

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