Estar con ellos y votar pensando en ellos
Siempre será saludable ser optimista y enfrentar con valor las adversidades. La actitud pasiva y derrotista nos aniquila, nos conduce inexorablemente a la autodestrucción. Por eso, es buena la costumbre de desear en estas fechas paz, amor y felicidad en todos los hogares de la tierra, así como un venturoso Año Nuevo.
No obstante, ello no implica ser insensibles e indiferentes ante el dolor y las tragedias de quienes esperan de nosotros, al menos, un mensaje fraterno. La verdadera solidaridad consiste en participar de las alegrías y de los dolores de los demás. La verdadera solidaridad propicia mayor felicidad en quienes gozan, y menor dolor en quienes sufren.
Por eso, no debemos olvidar al millón de mexicanos azotados por el huracán en las costas de Guerrero; ni a los familiares de los 800,000 fallecidos por el criminal manejo de la pandemia; ni a quienes lloran a sus 175,000 asesinados y a sus 45,000 desaparecidos durante este sexenio. No debemos olvidar a los millones de mexicanos sobreviviendo en pobreza extrema; ni a quienes están hoy a las puertas de la muerte en hospitales sin médicos ni medicinas; ni a las mujeres ultrajadas y asesinadas; ni a las constantes masacres de jóvenes en todas partes del país, etcétera.
Además de consuelos y ayudas materiales para quienes sufren por esos crímenes y carencias, debemos comprometernos a votar en consciencia el 2 de junio pensando en ellos, para conformar un gobierno honesto y competente, eficaz en la lucha por la paz y el progreso, generador de concordia nacional; un gobierno capaz de fortalecer a nuestras instituciones, de someter a los violentos, de reducir la desigualdad, de superar al abandono educativo y la devastación de los servicios de salud, e iniciar (con el concurso de todos los mexicanos) la reconstrucción nacional.
No debemos apostar a un Año Nuevo venturoso como resultado de la suerte, ni de esfuerzos individuales e inconexos, se requiere del trabajo colectivo para salvar el destino de la nación. Como personas y como sociedad debemos construir y merecer (no sólo esperar) un futuro mejor.
Muchas veces las catástrofes naturales son propiciadas por la ineptitud y corrupción de los gobernantes. Basta con observar cómo los más pobres de Acapulco (abandonados a su suerte) están “reconstruyendo” sus casas y chozas con las mismas técnicas y materiales (pero eso sí: con nuevas estufas, lavadoras, pinturas y el bla, bla, bla oficial) sólo en espera de otro ciclón y otra desgracia, de la cual nadie responderá, pues será nuevamente “culpa de la Naturaleza”.
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Mientras tanto: los muertos descansan en paz y los sobrevivientes iluminemos la Bahía de Acapulco con foquitos de colores (para hacer feliz a Su Alteza) deseando a todos una Navidad y Año Nuevo santificados con la gracia del Humanismo Tartufiano.
No debemos olvidar al millón de mexicanos azotados por el huracán ni a los 45 mil desaparecidos