Los amantes de la naturaleza
Losincendioscanadienses que, hace unos meses, produjeron una humareda que oscureció el cielo de medio planeta fueron, en parte, obra de los amantes de la naturaleza.
A principios de los años noventa, en los meses de verano, los jóvenes canadienses salían en cuadrillas ecofriendly a reforestar su país. Una compañía maderera, la misma que había depredado los árboles de la zona, les pagaba unos céntimos por cada árbol plantado y ellos tenían la reconfortante sensación de que estaban salvando al planeta, según cuenta Claire Cameron en un artículo de título claridoso: “Pensamos que estábamossalvandoalplaneta,peroestábamos sembrando una bomba de tiempo” (The New York Times, 15 de septiembre de 2023).
Resulta que aquellas cuadrillas de jóvenes buenaondita, militantes del medioambiente virginal y del producto nutrifresco, sembraron monocultivos de abeto negro, una especie que por su constitución y la cantidad de resina que produce, es una antorcha permanentemente a punto de arder, y más cuando el cultivo no se matiza con otras especies. Fue en esas mismas parcelas sembradas por los jóvenes de corazón agrario y bienintencionados del Canadá donde, décadas más tarde, tuvieron lugar los incendios salvajes.
También en Canadá a otro grupo, disperso, de amantes de la naturaleza, le ha dado por, en un arranque de compasión, de empatía y de buenrollito pisciloco, liberar al goldfish o pez japonés que nadaba, y sentía una tremenda claustrofobia, en su pecera. Estos ecoamigos del pececillo cautivo decidieron, cada uno por su cuenta, liberar a sus mascotas en las aguas del Lago Ontario, con la espantosa consecuencia que publicó, el mismo The New York
Times, el 8 de diciembre pasado, con un título que es un spoiler en toda regla: “Una vez fueron mascotas. Ahora el goldfish gigante amenaza los Grandes Lagos”.
Resulta que, una vez liberado, el tierno pececito empieza a crecer desmesuradamente y se
_ transfigura en un horrendo asesino anaranjado, del tamaño de un manatí, que devora todo lo que se mueve en esas aguas, desde un bagre hasta el pie de un bañista desprevenido.