Milenio

Los Reyes Magos

- CARLOS TELLO DÍAZ Investigad­or de la UNAM (Cialc) ctello@milenio.com

Las fiestas más antiguas de la Cristianda­d celebraban de manera especial la Epifanía, es decir, el momento en que los Reyes Magos visitaron al niño Jesús en su pesebre de Belén. En otras palabras, celebraban el día en que fue revelada al mundo la existencia de Cristo. Era natural que así fuera, por esa razón, pero también extraño, pues escasea la evidencia de ese episodio en la Biblia. El Evangelio de San Mateo es, de hecho, el único que habla de los “magos de Oriente”. San Mateo afirma que el niño recibió tres regalos: oro, incienso y mirra, pero no dice cuántos magos eran, ni qué edad tenían, ni cuáles eran sus nombres. Tampoco dice que fueran reyes (eran magos: hombres sabios). El pensador Orígenes dedujo que, como eran tres los regalos, debían también ser tres los magos; el teólogo Tertuliano otorgó a esos magos el atributo de la realeza. Ambas fueron invencione­s del siglo III. Mi amigo Miguel Herrera me informó que sus nombres aparecen por vez primera en los llamados Evangelios Apócrifos, escritos en los primeros siglos del Cristianis­mo, sobre todo en el Evangelio armenio de la Infancia, capítulo V, que dice así: “Los magos eran tres hermanos: Melkon, el primero que reinaba sobre los persas; después Baltasar, que reinaba sobre los indios, y el tercero Gaspar, que tenía en posesión el país de los árabes”.

Sus nombres aparecen junto a sus imágenes en un mosaico bizantino del siglo VI en Ravena, al noreste de Italia. El mosaico tiene una inscripció­n que identifica a los magos como Melchior, Gaspar y Balthassar. En el mosaico de Ravena, Melchior es representa­do como un joven que lleva una caja de incienso, Gaspar como un anciano que lleva una ofrenda de oro y Balthassar como un hombre de barba obscura (aunque el color de su piel es blanco) que porta un recipiente con mirra. Más adelante, Bede el Venerable, uno de los eruditos más grandes de la Edad Media, intercambi­ó en el siglo VIII los rasgos físicos atribuidos a los dos primeros magos: Melchor, en su versión, es un anciano que ofreció el oro, símbolo de la realeza, y Gaspar un joven que honró a Jesús con incienso, símbolo de la divinidad (Baltasar, agrega, le dio mirra, que significab­a que el niño al que adoraban debía morir en la Tierra). Fue hasta el siglo XVI cuando el semblante de Baltasar, descrito hasta entonces como el más moreno de los reyes, cambió de pronto: asumió el color y la fisonomía de los negros. Así lo representa­n ya, en sus pinturas, Hans Memling, Albrecht Durer y Hieronymou­s Bosch, y más tarde Diego Velázquez, Pieter Paul Rubens y Giambattis­ta Tiepolo. El cambio en la iconografí­a correspond­ía a los hallazgos de nuevas tierras y nuevos pueblos hechos por los descubrido­res del siglo XVI, así como a las necesidade­s de los evangeliza­dores que buscaron identifica­r a los reyes con los continente­s: Melchor con Europa, Gaspar con Asia y Baltasar con África.

En México, los Reyes Magos traen regalos a los niños que se portan bien, la mañana del 6 de enero. Es una tradición heredada de España, donde la creencia empezó a tomar arraigo a mitad del siglo XIX. Melchor llegaba a los hogares con requesón y miel, Gaspar con ropa y zapatos, y Baltasar, en fin, con leña y carbón.

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