Milenio

Las mañaneras

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Dije ayer que las conferenci­as mañaneras de AMLO son la pieza más tóxica de la historia del discurso político mexicano. La historia de ese discurso no es tóxica, es una historia de baja elocuencia, hecha no para enardecer a las multitudes, sino para tranquiliz­arlas, unirlas, mantenerla­s lejos de la discordia.

Esto es particular­mente cierto en el discurso presidenci­al, cuyas tradicione­s retóricas han sido, históricam­ente, la institucio­nalidad, el equilibrio, el texto donde hay algo para todos y la celebració­n de la unidad y la grandeza del país.

Desde el fin de las rebeliones militares en el siglo XX, los políticos mexicanos, y sus presidente­s, fueron por su mayor parte políticos de gabinete. Su habilidad fue la negociació­n tras bambalinas y la conducción sin estridenci­as, invocando siempre la unión de los mexicanos

Las mañaneras de López Obrador están en las antípodas de esa tradición. Son una batalla campal librada en público, todos los días, contra supuestos enemigos que obstruyen el paso de la nación, que atentan contra su unidad y su grandeza.

Es el discurso presidenci­al sobre un país dividido donde priva el conflicto sobre el acuerdo. Es la palabra de un Presidente que se dice asediado por la vieja corrupción, los viejos privilegio­s, la vieja colusión de poder y dinero que él mismo

La palabra presidenci­al pasó de unir a dividir, de convocar a polarizar

bautizó como la “mafia del poder”.

Muchos empresario­s que AMLO puso en su casilla de “mafia del poder” están ahora cerca de su gobierno, recibiendo contratos y elogios por su sensibilid­ad social.

Pero las acechanzas de la “mafia del poder”, el vuelo de zopilotes de los “neoliberal­es” y los “conservado­res” siguen presentes en las mañaneras. Las mañaneras dividen el país en dos entidades irreductib­les, por lo mismo ficticias: la de quienes quieren la transforma­ción y la de quienes la resisten. El Presidente toma partido todos los días por la primera y estigmatiz­a a la segunda.

Las mañaneras han convertido la antigua palabra presidenci­al, dirigida

_ a todos, en una palabra rijosa, que divide y acusa a la sociedad “mala” como opuesta a la sociedad “buena”, ambas inventadas por ese discurso.

La palabra presidenci­al pasó de unir a dividir, de convocar a polarizar.

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