«Necesitaré toda la ayuda»
Federico X, proclamado rey de Dinamarca en una jornada histórica en la que su madre, Margarita II, abdicó la corona El monarca se apoya en su popular esposa para tratar de preservar el gran apoyo a la institución
«Dios guarde al rey», exclamó Margarita II, a punto de llorar, antes de abandonar la estancia. La reina de Dinamarca acababa de firmar su declaración de abdicación en el palacio de Christiansborg, la sede del Parlamento. La primera vez en nueve siglos, desde Erik III en 1146, en que un monarca danés renuncia al trono.
Apenas transcurridos unos minutos, Federico apareció en el balcón para saludar a la entusiasta multitud que se agolpaba ante Christiansborg. Luego apareció Mette Frederiksen, primera ministra socialdemócrata y monárquica conversa por su admiración hacia Margarita.
«¡Su Majestad la reina Margarita II ha abdicado, larga vida a Su Majestad el rey Federico X! ¡Su Majestad la reina Margarita II ha abdicado, larga vida a Su Majestad el rey Federico X! ¡Su Majestad la reina Margarita II ha abdicado, larga vida a Su Majestad el rey Federico X!». Tres veces, a la izquierda, a la derecha y al centro, gritó Frederiksen para proclamar rey a Federico X. Después, la jefa del Gobierno pidió a los presentes que coreasen nueve hurras. Tres por Dios, tres por el rey y tres por la patria.
El nuevo soberano, con los ojos enrojecidos por la emoción, pronunció un breve y sentido discurso en el que elogió a su madre y anunció su esperanza de ser «un rey de unidad para el mañana». Siempre se le había achacado ser un orador mediocre, especialmente en comparación con Margarita, pero en el día más importante de su vida solventó la papeleta con soltura y con elogios generalizados. «Necesitaré toda la ayuda que pueda recibir», dijo. «De mi amada esposa, de mi familia, de todos vosotros y de aquello que es más grande que nosotros. Voy al encuentro del futuro con la certeza de no estar solo». El beso de Federico y Mary, ya convertidos en soberanos, muy celebrado por la concurrencia, se antojó un gesto de reconciliación después de escándalos tan sonados como el de la amistad del primogénito de Margarita con Genoveva Casanova.
Para concluir, el rey reveló su divisa real, secreta hasta ese momento. Uno de los momentos más esperados del día (objeto incluso de apuestas), al tratarse de una tradición de casi 600 años consistente en que el nuevo monarca elige el lema que resume sus valores y creencias. La divisa de Federico X será Comprometido, obligado, por el reino de Dinamarca. La de su madre era Ayuda de Dios, amor del pueblo, fuerza de Dinamarca.
UNA NUEVA ERA
Llama la atención que no mencione a Dios como era tradición entre los reyes daneses. Quizá sea una concesión a los tiempos actuales, pero Federico, que no es especialmente religioso, tampoco es el primero que lo hace. Federico VII, en 1848, optó por El amor del pueblo, mi fuerza.
El relevo del trono se produjo durante la reunión del Consejo de Estado en Christiansborg en el momento en el que la reina (83 años) firmó la declaración de abdicación. Presentes estaban también Federico (55 años), el príncipe heredero Christian (18), el Gobierno en pleno y la secretaria del Consejo, Barbara Bertelsen.
Margarita, de púrpura, presidió la mesa, con su primogénito a su derecha, con uniforme de contraalmirante, y Frederiksen, de azul, a su izquierda. Madre e hijo, visiblemente emocionados. A la derecha de Federico, Christian. Tras firmar, la reina se le
vantó y cedió su silla al nuevo rey mientra s su nieto se apresuraba a acercarle el bastón con el que se ayuda a caminar desde que fue operada de la espalda en mayo de 2023.
Tras dejar el Consejo, Margarita regresó al palacio de Amalienborg en el buque insignia de la flota de automóviles de la Casa Real, un Rolls-Royce Silver Wrath de 1958. El trayecto de ida, de apenas kilómetro y medio, lo había cubierto en la negra Carroza
de las Bodas de Oro, tirada por seis caballos blancos.
Con una gran afluencia de público y bajo un fuerte dispositivo de seguridad (la amenaza terrorista se consideraba elevada), los actos tuvieron lugar entre Christiansborg y Amalienborg. Pese a la gélida temperatura, el relevo del trono hizo que Copenhague fuese una fiesta que confirmó que la Monarquía danesa es una de las más populares de Europa. Y si había dudas, la primera ministra se encargó de despejarlas en su discurso previo a la proclamación: «Cada rey y cada reina han sido un eslabón en una cadena de más de mil años. Cuando uno se retira, el próximo está preparado. Y el príncipe heredero que ahora será nuestro regente es un rey al que conocemos. Al que queremos. Un rey en el que confiamos».
Federico tuvo que salir varias veces para saludar a la gente. Tras ser aclamado junto a su familia, de llevarse la mano al corazón en señal de agradecimiento y de besar a la reina Mary (y mientras parte de la multitud entonaba el himno nacional), se marchó definitivamente hacia el interior de Christiansborg. La Batería Sixtus disparó entonces tres tandas de 27 salvas de artillería (tres veces nueve: por Dios, por el rey y por la patria). Al mismo tiempo, la bandera real se arrió en el palacete de Christian IX, residencia de Margarita II, y se izó en el palacete de Federico VIII, residencia de Federico X.
Comparada con la coronación de Carlos III en el Reino Unido, el pasado mayo, la proclamación danesa resultó casi minimalista. A Carlos lo coronó en la Abadía de Westminster, con toda la parafernalia real, el Arzobispo de Canterbury, representante de Dios en la Tierra; Federico fue proclamado en el Parlamento por la primera ministra, representante del pueblo. Sin coronas ni cetros ni capas ni altares. Las unciones de reyes en Dinamarca se transformaron en proclamaciones en 1849 tras aprobarse la primera Constitución del país.
El soberano se propone ser «un rey de unidad para el mañana»
Copenhague fue una fiesta que confirmó el vigor de la Monarquía