La intemperie
Todas las tribulaciones de la especie humana emergen de la vida sedentaria, de ese momento en el que las personas dejaron de viajar a pie. Esta es una idea del cineasta Werner Herzog, que es por cierto un caminante legendario. En 1974, por ejemplo, caminó de Múnich a París, salió el 23 de noviembre y llegó el 14 de diciembre.
Para Herzog el viaje a pie tiene que hacerse sin aditamentos, nada de mochilas con víveres y enseres ni de tiendas de campaña para evitar dormir a la intemperie, ¿qué sentido tiene salir de viaje con la casa a cuestas? Al verdadero caminante le bastan un par de botas y una confianza ilimitada en la intemperie que lo rodea pues, cuando llegue el momento, recibirá la ayuda o el servicio que necesita.
Cuando el caminante tiene hambre o sed, especula Werner Herzog, toca la puerta de una casa, cuenta su situación y, normalmente, la gente de la casa le da de comer y de beber y así se activa el reflejo atávico de la hospitalidad, que está cada vez más difuminado en el siglo XXI. “Si nadie toca la puerta la gente nunca tendrá la oportunidad de ser hospitalaria”, declaró Herzog recientemente en la revista inglesa The Spectator (Diciembre, 2023).
Blaise Pascal sostenía que todos los infortunios de los hombres derivan de no saber quedarse tranquilos en su casa, una sentencia que choca contra la idea de Herzog, que considera que las tribulaciones de la especie provienen de la vida sedentaria, es decir, de estar tranquilos en la casa, sin ese desdoblamiento que experimenta el caminante y que le evita el reconcentrarse en sí mismo, como le pasa al que está sentado en el sillón dándole vueltas a su vida e, inevitablemente, generando un montón de tribulaciones.
Las dos ideas chocan, como digo, pero no se contradicen, son el anverso y el reverso de la misma situación, la del atribulado que
hospitalidad._ para aclararse el pensamiento sale a caminar un rato, un día entero o de Múnich a París, pero sin mochila, confiando en la intemperie y en la virtud, ya casi en desuso, de la